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CAPÍTULO XXXIX. 225 boca, con calenturas continuas, con tan manifiesto peligro de la vida que le desahució el médico que le visitaba, desengañándole que no confiase de su vida, sino que tratase de las cosas de su alma. Estaba con las ánsias de la muerte; le trajeron un pedazo de lienzo que se había empapado con sangre del P. Ignacio al tiempo que le embalsamaron; y dijéronle se encomendase á él que hacía poco ha- bía muerto, y Dios obraba por él muchos milagros. Tomó la reliquia con mucha devocion y con mu- cha fe, encomendándose á él, y se la pusó sobre el pecho: con que luego se quedó dormido, que hacía muchos dias que el contínuo y agudo dolor no le había permitido tomar el sueño; dormió toda aque- lla noche, y despertando por la mañana, se halló sano y bueno y libre de todos los accidentes mor- tales: y el otro dia se levantó de su cama, dán- dole á Dios las gracias que por su siervo el P. Ignacio le había librado del peligro evidente de la muerte. 262. Gines Masa, vecino de Orihuela, estuvo en- fermo de una erisipela tan extendida que le tomaba vientre, pecho, garganta, rostro y cabeza, y le te- nía tan desfigurado que más parecía monstruo que persona humana. Mandó el médico le diesen pronto todos los Sacramentos, porque dudaba si el poco tiempo que tenía de vida le daría lugar, y no se la prometía, sino hasta las once de la noche. Ayu- 15 A O de A REÍ
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