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CAPÍTULO XXXVILL. 223 quias del P. Ignacio: púsoselas invocando su in- tercesion con mucha fe, y al mismo punto cesó todo peligro sin dificultad, con admiracion de cuantos estaban presentes. 257. Doña Ana García de Espejo mujer de Don Juan Soler de Cornella, caballeros de Orihuela, se vió en manifiesto peligro por un mal parto que tuvo; pidió con mucha fe é instancia grande le traje- sen alguna reliquia de las del P. Ignacio, que confiaba con su ayuda escapar libre de aquel manifiesto peli- gro en que se hallaba. Fué á buscarla su mismo ma- rido, y trajó una cuerda suya: ciñiéronsela, y al mismo punto se vió libre del manifiesto peligro de la vida, dándole á su Majestad las gracias por tan señalada merced, como la que le había hecho por el P. Ignacio, 258. Isabel Perez, mujer de Sebastian Villena, tuvo una vez un parto muy peligroso y se tenía por imposible pudiesen vivir la madre y la criatura, si Dios no obraba milagro. Trajéronle la cuerda del P. Ignacio, diéronsela invocando su socorro; y fué cosa maravillosa, que al mismo punto que la tuvo, cesó todo peligro. 259. Jerónima Civera, mujer de Antonio Chului, en un mal parto tuvo por muerta la criatura, como otras cuatro que le habían nacido todas muertas. Llamó en su ayuda el P. Ignacio, púsose un pedazo pequeño de su hábito: y luego cesó todo peligro, y la criatura nació viva sin ningun trabajo, teniendo "e

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