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CAPITULO Il. mártir, deseando toda su vida morir como él. mártir por Cristo: á esto le convidaba su nombre pl una imágen que tenía suya, la cual guardó toda. la vida, y que despertaba en él estos deseos. 9. Viéndose ya.en el puerto tranquilo de la Re- ligion á que tanto había deseado llegar, era gran: el gozo de su corazon; no cesuba de darle á Dios las debidas gracias, y lo que iba experimentando cada dia, era mayor que lo que había concebido de él; parecíale había entrado en una nueva re- gion y que respiraba aires celestiales, y que no vivía más en la tierra sino en el cielo entre án- geles, que no eran otros aquellos santos padres de aquel siglo de oro de los principios de nuestra , Reformacion, que alcanzó á muchos de ellos el P. Ignacio, y bebió de aquellas fuentes el sSeráfico espíritu de la reforma, aprovechándose de su doc- trina, conversacion y ejemplos admirables de toda . y virtud, con que emprendió tan de veras su imi- tacion, que todo su cuidado era como emparejaría con ellos y formaría en sí como ellos la n dulcisima de su Seráfico Padre San vilotólaoo. Fuéronle estos dechados de mucha ayuda para que en poco tiempo caminara largas jornadas y se adelantara en la virtud. Pareció la suya no de novicio ni de principiante en ella, sino de aprove- chado de muchos años; sobresalía la suya entre la de los demas novicios á quienes la suya servía
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