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ON Y POR 2 TON CAPÍTULO XXXVI 215 con sentimiento notable; y preguntando la causa de aquello, le respondieron porque el dicho Janaloyas había muerto (no lo estaba, pero parecíale á juicio de los que lo miraban, dejado ya de los médicos; y los cirujanos le habían ántes cortado mucha carne del cuello cerca de la garganta). El P. Fray Eugenio, confiando en Dios y en los méritos del P. Ignacio, le pusó al cuello del enfermo un pequeño pedazo de su hábito con los nombres de Jesus escritos de su mano: y el que ya estaba agonizando dió una voz mayor que lo que le permitian sus fuerzas, contra las esperanzas de los que le estaban mi- rando, diciendo: « Este Fraile Capuchino viejo me tiene los brazos »: y repitió esto muchas yeces con grande aliento, quedando cuantos se hallaban pre- sentes igualmente admirados y alegres, teniendo os por cierto era el Capuchino viejo el P. Igna- cio: y lo confirmó el mismo enfermo, diciendo des- pues que se le había aparecido y tomado de los brazos Dijole el P. Eugenio al enfermo, si quería reposar con el Santo viejo Ignacio, y respondió que sí: y al mismo punto á vista de todos se quedó dor- mido, que hacía tres noches y tres dias que no ha- bía podido tomar el sueño: y despertando, se halló libre de la calentura y del evidente peligro de la muerte, y dentro de pocos dias cobró entera salud. Decía que despues de Dios al P. Ignacio le debía la salud, diciendo que no había sido menor el mi-

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