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CAPÍTULO XXXVI. 213 Y nuestra Orden, estuvo enferma una vez tan al cabo, que había recibido todos los Sacramentos; estaba privada ya del uso de sus sentidos: y el médico había dicho que aquella misma noche moriría. Estando en este manifiesto peligro de la vida, le trajo Dios á la memoria el P. Ignacio, y de todo su corazon y viva fe le dijo: « Padre mio, que viviendo siempre en todas mis necesidades me favorecisteis, no me desampareis en esta; acórdaos de mí y mirad el peligro en que me veo ». Hecha esta deprecacion, se quedó dormida, y vió que el P. Ignacio llegó á ella y que con su mano le tocó la cabeza, y que le dijo: « De esta enfermedad no moriras ». Despertó muy alegre, y con tanto aliento que se halló sin mal al- guno: y viniendo el médico á visitarla por la ma- ñana, cuando pensaba hallarla muerta y la halló sin peligro, se admiró: y dentro de cuatro dias se levantó de su cama con entera salud. 242, Jaime Buenaventura Guelda, hijo de la so- bredicha Juana Alba, estando enfermo llegó á tal extremo que le desahuciaron los médicos, juzgando no teuía remedio su enfermedad: había ya recibido todos los Santos Sacramentos, y no se aguardaba sino cuando daría su alma á Dios. Su madre con la experiencia que ya tenía que en su vida y des- pues de su muerte, había recibido favor su casa del P. Ignacio, confiada lo recibiría de nuevo, le suplicó con fe grande le alcanzase á su hijo vida

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