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CAPÍTULO XXXV. 209 se quiten de los sepulcros de los que no estuvie- sen Beatificados. Despues el mismo doctor Gil con- taba 4 muchos la visita que el P. Ignacio le había hecho, y como le había librado de la muerte. 236. Ana Martinez, mujer de Juan Simon, estando enferma y sin ningunas esperanzas de vida, desahu- ciada de los médicos, y recibidos para morir todos los Sacramentos; había ya en otras ocasiones expe- rimentado la virtud de la intercesion del P. Ignacio. Con que más alentada su confianza. ahora que se hallaba más apretada con unas muy malignas ca- lenturas, se encomendó con más veras á él di- ciendo: « Padre Ignacio, yo creo firmemente que estais gozando de Dios, y que cuanto le pedircis os los concederá: yo os suplico humildemente, le pidais la salud que me falta que confio alcan- zarla con tal medianero. » Hecha esta peticion, en el mismo instante se sintió mejor, y lo estuvo todo aquel dia que fué viérnes: y el otro que fué sá- bado, repitiendo la misma peticion, se le apareció tan vivamente el P. Ignacio, como si le viera con sus ojos: y alentada con esta vista, le instó con más veras perfeccionase la obra que había comen- zado, alcanzándole entera y perfecta salud, y lo hizo con tanto afecto que la oyeron todos los de su casa, y le prometió que si se la alcanzaba, lle- varía el hábito de su Orden toda su vida. Desde este punto se halló libre de calenturas, y tan alen- J4
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