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CAPÍTULO XXXII. 201 milagro y grande, el haber vivido y perseverado santamente por espacio de sesenta y cuatro años en una Religion tan penitente, tan perfecta y tan santa, y haber guardado siempre su regla sin que- brantar ninguno de sus preceptos, y haber junta- mente observado hasta la muerte todo el rigor de su Orden? ¿qué mayor milagro de la divina gracia se puede decir de él que este? El otro que no tengo por inferior, es que fué tan notoria su santidad, que no sólo fué venerado por varon Santo de los de fuera de su Orden, sino de los de dentro de la suya, de los Padres Capuchinos, entre los cuales fué tenido por Santo; y ser tenido por tal entre tantos que profesan serlo, es milagro grande: y descollar en virtud entre tantos perfectos, y que todos digan que era Santo el P. Ignacio, este es el mayor milagro que se puede predicar de su virtud. » 229. Determinaron los señores de ambos Cabil- dos, eclesiástico y secular, embalsamar el cuerpo del P. Ignacio. Ejecutose una noche, dentro del ca- pítulo de los señores Canónigos: asistieron muchos de ellos con los señores del gobierno secular y muchos caballeros, y habiendo pasado ya tres dias despues de su muerte, estaba su cuerpo sin rastro de corrupcion, con muy buen olor que duró mu- chos años en sus reliquias. Sus entrañas se las re- partieron los que se hallaron presentes: notaron

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