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ENTIERRO donos tantos testimonios, como vimos en el capitulo : pasado, y moviendo los corazones de todos los de la ciudad de Orihuela, para que honrasen su cuerpo E como de amigo y siervo suyo, como veremos ahora Fué cosa de admiracion, ver la veneración que | hizo al P. Ignacio toda esta ciudad, que no habiendo dado noticia de su muerte, toda con celestial im. pulso se movió á venerarle como de Santo: por- que parece quedaba toda despoblada, Atraidos del buen olor y de la fama comun de sus virtudes, to- dos corrían á prisa al convento de Jesus, se con: vidaban unos á otros y á voces decían: « Vamos á4 ver al santo, vamos á venerar al P. Ignacio, ya ha muerto el santo viejo »: codiciosos todos y con ánsias por alcanzar alguna de sus reliquias. Fué tan grande el concurso, y tanta la porfía por en- trar en la iglesia, que como era poco capaz, se apretaban y se ahogaban unos á otros, y daban voces que lo confundían todo. Como el cuerpo del P. Ignacio estaba en el cuerpo de la iglesia, y la multitud toda cargase sobre él, temió el P. Guar- dian no le hiciesen pedazos (como lo habían ya hecho de su hábito y arrancando los cabellos de su cabeza y pelos de la barba) ordenó le metiesen los Religiosos dentro la capilla mayor, con cuya reja aunque algo floja, estuvo defendido de la ar- rebatada devocion del pueblo. Hizose y con tra- bajo grande y violencia se les pudo sacar de las

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