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CAPÍTULO XXXI. 183 hizo así, dándonos estos dos grandes siervos de Dios este raro ejemplo de humildad, mostrando con el suyo el Señor Obispo la mucha estimacion que hacía de la santidad del P. Ignacio, de quien no se quiso apartar en toda la noche hasta que espiró, y despues de muerto pidió por reliquia su cuerda, y la llevó ceñida toda su vida debajo del hábito del P. Santo Domingo. Hallábase tambien allí aquel insigne varon, en letras y en santidad, el P. Maes- tro Zaragoza, Cura entónces de su' Colegio de Padres Dominicos y despues Vicario general de toda su Orden y Coadjutor del Maestro de Sacro Palacio, que haciendo la misma estimacion de la virtud del P. Ignacio, llevó como rico tesoro las sandalias que había traido en sus pies. 216. Visitáronle la última vez los médicos, y en- tre ellos el de nuestro Convento, el Doctor Gaspar Gil, á quien preguntó el P. Ignacio: « ¿Cuantas ho- ras, Señor Doctor, me quedan de vida? » Respon- diole: « A lo que yo alcanzo, Padre Ignacio, tres 6 cuatro. » Dijo entónces él: « ¡Oh qué bueno! ¡oh qué bueno! hagamos mucha oracion. » Despedidos los médicos, estaba con él en su celda el P. Guardian del Convento, á quien preguntó: « Padre Guardian, ¿Cuantas horas ha dicho el médico que me quedan de vida? » - « Tres ó cuatro » le dijo, y él muy alegre volvió repetir: «¡Oh qué bueno! ¡oh qué bueno! hagamos mucha oracion. » Díjole el P. Guar- E
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