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CAPÍTULO XXX. 179 de subir al cielo sin pasar las penas del purgatorio; que se lo dijese otra vez, dándole nuevas tan ale- gres, que el término de su jornada estaba muy cerca. Ella le respondió, que lo que ella le había dicho y ahora deseaba, se lo escribiera, así se lo había dicho el Señor: « Téngalo por cierto, que yo por cierto lo tengo »; con que se ve por lo dicho que el P. Ignacio tuvo celestial revelacion del tiempo y lugar en que había de ser su dichosa muerte. De su última enfermedad y tránsito dichoso. be CarítuLO XXXI. 212. Acercábase ya el término que Dios tenía señalado á la vida del P. Ignacio, para coronar sus méritos; y para mayor aumento de ellos y dar la última mano á su corona, quiso adornarla con los hermosos esmaltes de la virtud de la paciencia, ejercitándole con la última enfermedad de unas ar- dientes calenturas. El siervo de Dios recibió esas dolencias como cierto indicio de su muerte, y dió á su Majestad por tan ciertos anuncios de su feli- cidad las debidas gracias. Descubrió en medio de los rigores de esta enfermedad una serenidad y paz grande de conciencia, y en medio de sus dolores una alegría grande, con unos deseos encendidos por

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