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CAPÍTULO XXIX. 175 ella no lo atribuía sino á la bendicion que el P. Ignacio les había echado: y aquel año tuvo una gran cosecha de vino. De como reveló Dios el dia de su muerte y lugar donde había de ser. CapríTuLO XXX. 206. El P. Ignacio, cuando supo estaba más cerca de gozar de Dios, centro suyo y último fin á4 que había siempre caminado sin parar, corrió con mayor velocidad, y se dió más prisa con deseos santos y más perfectas obras en el fin de su vida que en todo el restante de la suya, por llegar á descansar en El Que tuviese revelacion de Dios, del dia y lugar donde había de morir, afírmanlo muchos á quien el mismo P. Ignacio le manifestó algunos años ántes de su muerte 207. Luis Ferrer de Espeyta, ciudadano de Va- lencia, amigo muy familiar del P. Ignacio, volviendo un año nuestra comunidad á su convento de la pro- cesion general del Corpus, vino con el P.+Ignacio, por tener su casa vecina á dicho convento; y este con la confianza que con él tenía le dijo: « Señor Luis Ferrer, sea bueno y devoto del Nombre dul- cisimo de Jesus, y de su SSiáa Madre, y del glo-

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