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CAPÍTULO XXIX. 173 al P. Ignacio, para que rogase á Dios y descubriese donde la hallaría. Díjole: « Vaya á tal barranco (donde él jamas había estado), que allí la hallará. » Fué y la halló como el P. Ignacio le había dicho. 204. Doña Beatriz Carros mujer de D. Jerónimo Pardo de la Casta, vecinos de Masamagrell, tuvo un tiempo tantos ratones en su casa que era cosa de admiracion ver tanta multitud de ellos en cualquier parte de ella. No había en ella cosa segura: de noche les inquietaban el sueño, de dia los miraban trepar por todas partes, y de dia y de noche les eran de molestia, sin ser bastante ningun cuidado para agotarlos. Suplicó al P. Guardian de nuestro convento de Santa Magdalena, le enviase un P. Sa- cerdote para que los conjurase. Envió al P. Ignacio sin decirle 4 que iba; quien llegó á su casa y dijole: « Señora Doña Peatriz, aquí me envía cel P. Guardian, con misal, estola y agua bendita: y no me ha dicho para qué: me ha dicho que Ud. me lo dirá. » - « P. Ignacio, para que maldiga tantos ratones que tengo en casa, que no nos dejan vi- vir. » Respondió él: « Eso no lo haré: yo los conju- raré, pero no los maldeciré, que son criaturas de Dios. » Conjurólos, y despues dijo: «Señora, no tenga cuidado, que presto los cogeran todos juntos y no les daran más molestia. » Y fué así, que dentro de pocos dias hallaron juntos todos los ratones he- chos todos una muela, y se pasmaron de ver una

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