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63 Es ln 4 p * po A h EN 4H E Ñ ho E 168 MILAGROS en el lugar, le dijo el compañero: « Padre, ¿adonde E hemos de parar? » (ni él había estado allí otra vez, ni conocía á nadie). Díjole: « Pase adelante, que E Dios proveerá ». Llegando “en frente de la casa de Juan Valera (así se llamaba su dueño), dijo á su mujer, si les quería hospedar en su casa aquella noche por amor de Dios. Respondiole ella con muy E buen semblante: « Si, Padre mio, y con mucho gusto »; y hallaron en aquella casa la caridad que en ella había. Hiciéronles luego fuego para que se enjugasen sus hábitos, diéronles de cenar, y á la mañana ántes de partirse, les dieron tambien un bocado. Estaba ya para subir en el jumentillo el P. Ignacio, y la mujer le dijo al compañero, si quería el Padre decirle los Evangelios á su marido, que hacía mucho tiempo que estaba enfermo en cama: « Sí, señora, sí, hará: digáselo, que si hará: y hace Dios por él muchos milagros. » Fué la mujer, y él la dijo: « Vaya, y dígale 4 su marido que venga á ayudarme á subir á caballo. » Respon- dió ella: « Padre, quisiera Dios que mi marido estu- viera para poderlo hacer: hace mucho tiempo que le tengo tullido en una cama, que no puede me- nearse » - « Vaya, vaya, y dígaselo; que venga y me ayudará á subir á caballo. » Fué la mujer más por obedecerle, que confiada que su marido se ha- bía de levantar, y dijo 4 su marido que probase de levantarse, porque « el compañero me ha dicho que A e aX Aude de ¡e

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