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CAPÍTULO XXVIII. 167 nía con ellos en» el mismo carro un cuñado de dicho Gonzales, hermano de su mujer, escribano de Játiva, llamado Vicente Tárrega, quien con los de- mas corrió el mismo peligro de volcarse el carro, y viendo el beneficio que Dios les había hecho por medio del P. Ignacio, confió recibir otro de él. Hacía más de cinco años que padecía un dolor muy agudo y fuerte de la mandíbula : pidiole le hiciese caridad de darle una de sus sandalias, pues quería apli- carla á la parte del dolor. El P. Ignacio respon- diendo á su intencion, y acudiendo á su remedio, le dijo: « No tenga pena, que de hoy más no la habrá de menester »; y lo experimentó así en ade- lante, que no vió más el dolor. Todas estas mara- villas obró Dios de una vez por medio del P. Igna- cio, haciendo tantos milagros, y tantos bienes á tantos. 198. Mandáronle nuestros Prelados al P. Ignacio que fuese á la nueva fundacion de nuestro convento de la ciudad de Orihuela, para que con su ejemplo plantase en ella el nombre de nuestra Religion; y como pasase ya de ochenta años, mandáronle que fuera á caballo (y fué esta la primera vez que se sabe haya ido despues de capuchino). Salió del convento de Onteniente donde estaba conventual, y tomó el camino por Elda. Antes que llegase á esta villa, cayó en el camino una grande agua del cielo, y lloviendo llegaron á ella. Antes de entrar

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