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po 164 MILAGROS comer ni hablar podía, y con tormento mayor de la E boca, pues los cirujanos jamas acertaron á volver- las á sus lugares. Llamaron al P. Ignacio (como — á remediador universal de todos los males que se padecían en aquella ciudad) para que con su ben- dicion remediase lo que el dicho Andres Lopez padecía: diósela, y tocándole con sus manos las mejillas y la cabeza, sin más fuerza ni mano, vol- vieron á encargarse en sus lugares las mandibulas, con que pudo hablar y comer: y para que el mi- lagro fuese más evidente, quedó libre de todos los demas dolores que padecía, sin quedarle rastro de los que le habían ocasionado los tormentos de los cirujanos. 194. Ana Aledo, viuda de Sarvador Claris, veci- nos de la misma ciudad, tuvo un brazo muy malo y con peligro de perderlo, sin poderse valer de él para accion ninguna, padeciendo en él de dia y de noche grandes dolores que no la dejaban sosegar ni reposar un instante. Fué 4 buscar á su convento al P. Ignacio, confiando hallar en él remedio que todos hallaban para sus males: llegó á pedirle su bendicion: diósela el P. Ignacio, y sin otra medi- cina, al mismo instante se halló con su brazo sano, sin rastro ninguno de los dolores pasados. 195. Josefa Leon mujer de Martin Rodriguez, vecinos de la misma ciudad, estuvo muy mala de los pechos, y tenía uno de ellos tan hinchado y en- AS cis 4748 de A
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