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e y 2 e ti E - fo de e AT A A e o A ES a E e de ió A A ia es O k MA N A = Y E de Los > q IN a EA E E A en My e E ida A á A el E y 2 y, , a - 4 E Y E 5d 5 ES IN e 4 e - Í 9 CAPITULO I. nn > z ma había escogido para derramar en él sus dones. Empleó los primeros años de su juventud en el estudio de la latinidad, logrando los suyos consuelo con provecho y alabanza suya. 4, Acude á Nápoles en su compañía su hermano el secretario del Virrey, que era entónces el Mar- ques de Villafranca, abuelo de Dn. Pedro de To- ledo. Vivió entre las grandezas y regalos de palacio tan desasido y desengañado, que no se dejó llevar de sus usos, y con tener tan buen arrimo, que el valimiento de su hermano, por cuyo respeto era bien visto de todos, jamas hizo presa de su corazon el amor de las honras del mundo, teniéndo- las todas por engaño y embarazo para servir más libremente á Dios. Salió una tarde el Virrey á un paseo, por las calles de Nápoles, con el acompaña- miento y lucimiento con que los señores y caba- lleros y nobleza de esta ciudad solían honrar á sus Virreyes en estas ocasiones. Iban con él los dos hermanos, el secretario y el P. Ignacio, lado por lado, con sus tres caballos. Viendo el secretario la honra y reverencia con que toda la ciudad corte- jaba á su Virrey, vuelto á su hermano le dijo: « Todo este mundo es un poco de vanidad »; res- pondiole el P, Ignacio con una risa: « Ahora mira, como si yo no supiera esto, como si lo que me dices fuera nuevo para mí, de que es vanidad todo lo del mundo ». Admiró el hermano la respuesta y

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