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CAPÍTULO XXVI. 159 joso parto, y de tan conocido peligro que la cria- tura se le quedó muerta en el seno y en él la tuvo muerta ocho dias. No hubo remedio ninguno que le fuese eficaz, y la pobre mujer estaba más muerta que viva, recibidos todos los Sacramentos, sin fuerzas, perdidos los sentidos y echando mu- cha sangre por la boca. Dejada ya como muerta de los médicos, su marido acudió con mucha fe al P. Ignacio: fuelo á llamar á su convento de Santa Magdalena, y viniendo ya con él, le fué di- ciendo el trabajo y peligro en que estaba su mujer: « Encomendémosla á Dios, le respondía, y confie- mos en él, que él nos ayudará. » Llegó y diole su cuerda; y puesto de rodillas con las manos juntas hizo una breve oracion; y al mismo tiempo quedó libre la mujer: con admiracion de cuantos se ha- llaron presentes, viendo tan manifiesto milagro. 188. Hallándose en Orihuela una compañía de comediantes, á la mujer de uno de ellos le tomó el parto y tan trabajoso que dió cuidado de su vida. Sentíalo mucho su marido: diéronle noticia de los muchos milagros que Dios obraba por el P. Ignacio, aconsejándole que fuese á él para que encomendase á Dios su mujer, que de'sus oraciones podía con- fiar la sacara del peligro en que estaba. Fué á nues- tro convento y llegó al tiempo que estaba en el altar diciendo Misa. Aguardó que la acabara, y cuando le fué á significar la causa porque le había
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