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CAPÍTULO XXV. 155 tar á la gente: y ella volvió en sí y se quietó. Di- jole: « Hija, se quiere confesar, yo la confesaré. » Confesose con él, y consolándola le dijo: « Hija, de hoy más confie en Dios, que no le tomará este mal con el rigor que hasta hoy le ha tomado: ya no se morderá, ni hará mal á nadie. » Y fué así, que aunque le dió, fueron pocas veces, y jamas en nin- guna quedó privada del uso de sus sentidos, ni se mordió ni hizo daño á nadie: que todos los de su lugar lo tuvieron por milagro grande. eN De las muchas que libró milagrosamente de los peligros del parto. Ud CapríTuLO XXVI. 182. Experimentaron tambien la virtud del P, Ignacio muchas mujeres, que teniendo peligrosos partos, se vieron por su intercesion libres de ellos. Recibió este beneficio Bárbara Beatriz, mujer de Francisco Perez de Mora, vecinos de Orihuela. Tuvo una vez un parto muy peligroso. Acordá- ronse del P. Ignacio: confiando que con cualquier cosa que el siervo de Dios hubiese usado, apli- cada á la enferma, saldría de aquel peligro. Fue- ron á nuestro convento y pidieron prestadas las chinelas con que el siervo de Dios hubiese dicho

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