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CAPÍTULO XXIV. 147 A confiase que Dios le daría salud. Hizolo, y al tercer dia estuvo buena y sana la niña. 168. Andolsa Garron mujer de Juan Sanchez, tuvo un hijo enfermo de peligro, que no se esperaba sino cuando daría á Dios el alma. Suplicó al P. Igna- - cio tuviese por bien de irle á ver y darle su bendi- cion. Fué, diósela y un nombre de Jesus con un poco de agua: y en tomándolo, luego le dejó la ca- lentura y estuvo bueno. 169. Ana Ordoñez mujer de Juan Gasca, vecinos tambien de Orihuela, estuvo enferma y tan en los extremos, que había recibido todos los Sacramentos; y llegó á perder del todo el uso de los sentidos que ni veía ni conocía á nadie, ni los médicos le daban vida. Diéronle tres nombres de los escritos de mano del P. Ignacio, y prometió visitar su con- vento de Jesus, que este título tiene el nuestro de Orihuela; y tomándolos con un poco de agua, re- pentinamente se halló con entera y perfecta salud. 170. Rosa Martinez criada de Jaime Tibes, vecino de la misma ciudad, estuvo tan enferma de unas ca- lenturas ardientes, que no prometiendo la vida el médico, dijo que le diesen el Oleo santo. Envió el di- cho su amo á la parroquia por el cura, para que se lo administrase, y con cuidado de que llegase, se puso á mirar si venía á la puerta de su casa. Acertó á pasar por allí el P. Ignacio: rogole el dicho Jaime Tibes, que entrase y descansara un
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