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quiso reconocer sus heridas: y admirada de verse sin ellas, que ni aun quedaban señales de haberlas tenido, sino la sangre que por ellas había salido, - alegre comenzó á dar voces: « Milagro, mi E que me ha curado el P. Ignacio ». Oyó el P. Ignacio las voces que daba la mujer, y huyendo el aplauso se fué más que de paso al convento. Muchos que se — hallaban presentes á esta tragedia fueron tambien testigos del evidente milagro, y admirados le publi caron en toda la ciudad, alabando todos 4 Dios - que tal portento había obrado por su siervo el P. Ignacio. e 164. Nicolas Rodriguez, vecino de la misma cin- dad, estuvo una vez tan fatigado de calenturas continuas, que en ocho dias apénas pudo tomar las presas. Cuatro médicos que le visitaban le de sanimaron, y uno de ellos llamado el doctor Gil, le desengañó para que dispusiese las cosas de su alma y se resignase enla voluntad de Dios, que su , 3 E A o dos » los Sacramentos: y su mujer > Juana Pa en lo á su marido en tan mani fiesto peligro, acordándose de los muchos milagros que Dios obraba por medio del P. Ignacio, le fué ( 4 buscar á su convento, y con lágrimas. le rogó hiciese la caridad de ir á ver 4 su marido que se estaba muriendo. Consolola y le ofreció que iría: hízolo, dijole al enfermo los Evangelios, y conso- $

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