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CAPÍTULO XXIIL 137 madre la temprana muerte de su hija: y el P. Ignacio la dijo: « Señora, no llore, que esta niña ha nacido para el cielo: miéntras viva no tomará el pecho de nadie, ni otro sustento, aunque viva mucho tiempo: ofrézcala á Dios y resígnese en su volun- tad: sólo se sustentará del cielo miéntras viviese. » Fué cosa gra ob vivió la niña veinte cuatro dias despues que nació, y en todos ellos no tomó alimento alguno. 154. Juana Marin, vecina de la misma ciudad, hacía veinte años que padecía un molesto flujo de sangre, para cuyo remedio cuantos medicamentos le habían aplicado fueron inútiles, habiendo gastado mucho en su curacion. A la fama de los milagros del P. Ignacio, tuvo fe de que alcanzaría la de- seada salud con sus ruegos; fuelo 4 buscar á su con- vento, refiriole su largo y penoso trabajo, y pidiole con lágrimas se doliese de ella. Consolola y dijo: « Confie en Dios, hija, tome estas cedulillas del Nom- bre de Jesus y bébelas con un poco de agua, y con- fe en su virtud que luego estará buena ». Tomolas en llegando á su casa, y al mismo punto cesó el flujo de sangre y jamas en toda su vida lo volvió 4 padecer. . 155. Beatriz Carratalan mujer de Jerónimo Tri- mullas, vecinos de la misma ciudad, tenían á un mismo tiempo dos hijas doncellas enfermas. Fué á verlas el P. Ignacio, y dijole á la madre: « Con-

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