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+ CAPÍTULO XXII. 121 cabía de contento. Conocía muy bien la virtud de la difunta; que había sido muy cristiana, y la no- che ántes de morir les dijo á sus hijos que se fue- sen á reposar que ella no moriria hasta el otro dia á la una despues de comer, y murió puntual- mente á la hora que señaló. 129. Ursula Fuentes, beata profesa de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, vecina del lugar del Puig, conocía muy bien al P. Ignacio, porque le había comunicado muchas veces, y por un santo trato le tuvo siempre por gran'siervo de Dios. Es- tando enferma una vez de calenturas malignas, el rostro muy hinchado, que los médicos no le pro- metían vida: fuela á ver el P. Ignacio, y ella le pidió la encomendase á Dios y que la dijese si mo- riría de aquella enfermedad, y él respondió : « Calle, hermana, que de esta no morirá; consuélese que presto estará buena »; díjole los Evangelios y otras oraciones, y al mismo punto se le deshinchó el rostro y se le quitó la calentura, y quedó del todo con entera salud. 130. Rufina Colas estuvo tan apurada de una grave enfermedad y tan sin esperanzas, que ha- biendo ya recibido todos los Sacramentos para mo- _rir, le había dicho el médico á su madre que si Dios no hacía un milagro era imposible que vi- viese su hija; fuele á visitar á este tiempo el P. Ignacio, y la madre afligida con las nuevas. que E pa J 3 A 1] y JN $ | y + A É V |

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