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CAPÍTULO XXII. 117 estando una vez enferma, muy confiada de la ca- ridad que hacia á todos los que de su-casa le mandaban llamar, y temiendo morir porque el mé- dico no le daba vida, pidió la consolase. Visitola el P. Ignacio, y consolándola la dijo: « Esté sin temor, que de esta enfermedad no morirá ». Túvolo por cierto y fué asi, y dentro de cuatro dias se levantó de la cama sana y buena. 123. La misma Juana Alba tenía una hija niña que se llamaba Vicenta Gualda. Cuando el P. Igna- cio iba á su casa, la llamaba y hacía fiestas y la decia: « Ven acá, niña, de mucho desconsuelo has de será tus padres por tus trabajos, pero despues vendras á estar bien, que tú y ellos estareis muy contentos ». Todo se vió cumplido, pues primero se vió en muy baja fortuna con muchas necesi- dades, y luego se vió en mucha prosperidad. 124. Jaime Gualda, marido de la dicha Juana Alba, había hecho prevencion para embarcarse en la jornada que nuestro católico Rey hizo el año 1603 á Argel. Estaba afligida la dicha su mujer por ver dejaba su marido su casa y se ponía en los peli- gros del mar y de la guerra, y temía que no le vería más. Comunicó esto su desconsuelo con el P. Ignacio y le suplicó díjese una Misa encomen- dando á Dios á su marido. Ofreció decirla, y des- pues de dicha la dijo: « Señora, esté sin cuidado, que su marido no irá á la jornada. » — « ¿Como o A "Y > "UA e

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