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CAPÍTULO XXII. | 115 estaba á este tiempo el enfermo tan apretado que se temiese había de ser tan en breve su muerte; pero la verdad hizo cierto el pronóstico, -y al si- guiente dia á las cuatro de la mañana dió su alma, á Dios. 118. Doña Juana Villanova, Condesa del Caste- llar, mujer de D. Martin Pardo de la Casta, fué á visitar un dia al P. Ignacio 4 nuestro Convento de Santa Magdalena, y rogole con afecto grande pi- diese á Dios le diese hijos, para que con ellos se evitase muchos pleitos y pesadumbres que se te- mían si no los tenía, por la herencia de su con- dado y otros mayorazgos. Respondiola con mucho fervor: « Es que no le convendran: no le convie- nen, señora: resignese en la voluntad de Dios »: y fué así, que no los tuvo jamas y murió sin ellos. 119. Mariana Gaspar, mujer de Pedro Ferrer, estando enferma de garrotillo con una espantosa hinchazon en el cuello que la ahogaba por puntos, y tan sin esperanzas de vida que trataban de darle los Sacramentos para morir. Fuela á visitar el P. Ignacio como solía 4 todos los enfermos ; conso- lola y diole una cedulilla con el nombre de Jesus - para que la tomara con un poco de agua, y la dijo: « Tómela, hermana, que mañana estará buena ». Fué cosa admirable y fuera de toda esperanza: al otro dia se levantó buena de la cama y con tan A

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