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CAPÍTULO XXI. 111 anto de Santa Magdalena á hablar al P. Ignacio, á quien suplicó con muchas lágrimas se compade- ciera de ella y pidiese á Dios le diese buen parto y la librase del peligro en que se había visto en los pasados. Mirola y con el semblante alegre la dijo: « Consuélese, señora, que esta vez no será como las pasadas, buen parto tendrá: ya vuelvo »; y entrando en el Convento le sacó una cuerda, di- ciendo se la ciñese que tendría con ella un parto muy bueno. Ciñósela desde luego, quedando muy nsolada con la palabra que le había dado, cre- yendo sería como se lo había dicho sin duda; y á su tiempo, teniendo ceñida la cuerda, tuvo sin mo- lestia alguna un parto muy feliz, de que quedó muy gozosa, viendo cumplido puntualmente lo que el P. Ignacio le había prometido y confirmada en la buena opinion que de él tenía. 113. Pablo Raimundo del lugar de Museros, tomó una muy grave enfermedad y le duró seis meses continuos, y llegó tan á lo último que lo - habían desauciado los médicos, y había ya recibido el Oleo Santo. Estuvo tres dias enteros sin comer nada; los de su casa le velaban de noche esperando cuando espiraria, y fueron 4 nuestro Convento de Santa Magdalena por Religiosos para ayudarle á4 bien morir, Fué con mucho gusto el P. Ignacio, y entrando donde estaba el enfermo, dijo: « No hay. que tener cuidado, que no morirá de esta en- >

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