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CAPÍTULO XXI. | 109 le enseñasen el niño, que lo quería ver. En vién- dolo se alegró mucho y le hizo muchas fiestas, le dió su bendicion y dijo: « Cuiden mucho de este niño, que ha de ser un letrado santo. » Estuvo el niño sin hablar veinte y seis meses, y tenían por cierto todos que era mudo, pero desde entónces co- menzó á hablar: dieronle á su tiempo estudios para que aprendiese letras, en las que descubrió mucha capacidad y mucha facilidad en aprenderlas: y cuando supieron lo que de él había dicho el P. Igna- cio de que había de ser gran letrado y santo, tu- vieron por cierto que se cumpliría, por ser aun de poca edad el niño cuando se hizo la deposicion de este suceso con cireunstancias tan admirables. 110. La dicha Jerónima Remolin, tenía un her- mano casado en el lugar de Albalate muy apre- tado de dolor de costado, y tan al cabo que de- sauciado de los médicos le habian ya dado todos los Sacramentos y el de la Uncion para morir, y no esperaban sino cuando espiraba. A este tiempo pasó por el lugar de Museros el P. Ignacio, y la dicha su hermana, como había ya experimentado la virtud de sus oraciones, le suplicó encomen- dase 4 Dios la salud de su hermano, significán- dole el peligro en que él estaba. Díjola que con- fiase en Dios, y no tuviese cuidado, que de esta enfermedad no moriría su hermano. Rogole ella fuese á verle, y le dijo otra vez: « Confie en Dios,

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