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CAPÍTULO XXI. 107 e AE la menor queja, ántes alababa á Dios: y con esto tenia á todos los de su lugar edificados: jamas se le conoció en su vida vicio alguno, era muy de- voto de la Virgen nuestra Señora, é invocándola dió su alma á Dios, dejando deseos de sí y envidia de su dichosa muerte. 108. Juana Torres mujer de Pedro Castellar, vecina del mismo lugar, tenía una hija llamada Beatriz Castellar, tan enferma que no le daban vida los médicos. Preguntola un dia el P. Ignacio por la salud de los de su casa, y respondió ella: « Todos estamos buenos, sino es mi hija que á cada instante pensamos que ha de espirar, porque los médicos no hallan remedio á su enfermedad y dicen que se morirá. » Riose el P. Ignacio y la dijo: « No tenga cuidado, que su hija no morirá de esta enfermedad »: tuvo por cierto la madre por la experiencia que todos tenían que sucedía puntual- mente todo lo que afirmativamente decía: diole por tan buenas nuevas las gracias, y cumpliose presto el pronóstico, pues dentro de pocos dias estaba la hija buena sin mal alguno, con admiracion de los que la dieron por muerta. La dicha Juana Torres hablando con el P. Ignacio, estando presente su madre, le dijo: « Padre, mi madre teme mucho mo- rirse; mucho le duele dejar esta vida » - « No, hija, dijo ella, mo temo el morir, sino que no quisiera fuera ántes hasta tener algo que dejar por el bien

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