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a ne” 4 A : CAPÍTULO XXI. 103 cias, y que le habia manifestado algunas cosas de la suya; y otras veces estando ausente, por car- tas le avisaba de cosas que pasaban en su corazon, de que quedaba sobremanera admirada y lo co- municaba con su confesor que examinando las circunstancias de estos sucesos le decía que aquello no lo podía saber el P. Ignacio ménos que reve- lándoselo Dios. Una vez estando con una grande afliccion interior, le escribió una carta desde el convento de la Ollería, donde se hallaba conven- tual, en que le manifestó todo su interior como si ella se lo hubiera manifestado, y la consolaba en - ella y le daba lus consejos como se debía de portar en aquel trabajo, de que quedó igualmente admi- rada y consolada, viendo que Dios le revelaba ali, * Padre Ignacio sus trabajos ocultos para que estando ausente la consolase con sus cartas y la enviase santos avisos. 105. La vez que estuvo en Murcia (como dejamos ya dicho arriba) donde ni había estado otra vez en aquella Ciudad, ni era conocido ni conocía á nadie, yendo un dia por una calle le dijo al compañero: « Entremos en esta casa »; pidió por la Señora de ella, que extrañó mucho verse llamar de Capuchinos que jamas la habían visto. Dijole el P. Ignacio que quería comunicar con ella en secreto un negocio, y apartándose los dos á vista del compañero, co- menzó á decirla: « Pobrecilla, pobrecilla! ¿por qué ,

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