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32 ligion, ni de serle el Claustro molesto. ni del deseo de tratar seglares, ni del de buscar comodidad (6 déstanso. pues en manifestando donde moraba, qué ha- cía allí, cual era en Ronda su vida, estaba 'vindicada completamente su causa, y puesto á cubierto su honor, pero pongámosle al abrigo de cuidado más poderoso. 79. En el año de 1773 fué la pri- mera vez de Capuchino á Ronda nues tro B. Diego, en cuyo tiempo, ó no te- níamos en aquella Ciudad hermano es piritual 6 Síndico que nos hospedase, 6 el que lo hacía estaba en tal decaden cia de facultades, que por más que su devocion le impulsase a continuarla por este medio, era mayor su imposi bilidad Á hacernos la caridad que has- ta entónces: de aquí, que los Religio- sos que transitaban, tuviesen que pro- curarse su alojamiento ya aquí, ya allí. Nuestro B, Diego llegó 4 dad, y sin dudar se fué á la es que sabía ser el Síndico. Como desde colegialillo hubiese cobrado grande a fedto á Nuestra Señora de la Paz, de terminó decir en su Altar diariamente la Misa, y así lo hacia. En frente de la Capilla vivían los nobles y muy virtuosos Señores D. Manuel Moreno y Tabares Regidor perpetuo de aque lla Ciudad y D.' Teresa de Rivera de votísimos de la Soberana Reina, y cru sa del afectuosísimos á nuestro hábito Como ya tuviesen noticia de la virtud del B. Diego, como estaban instruidos de la situación de la casa del dicho Sín dico, y como Dios les moviese por sus incomprensibles juicios cual movió a- quella opulenta Señora de Susa en tiempo de Eliseo para hacer en su obsequio otro tanto que con el B, Die go, estos Ss, hicieron despues de ha-= ber comunicado entre sí, y dicho como los del tiempo del Profeta, « Ja- « cramus el caenaculum paroulum, et « póonamus in eo lectulum, el mensam, « et eellam, et candelabrum. el requie- «seat ibi» (1), dispongamos una ha bitacion retirada en nuestra casa á este siervo de Dios, para que cuando por aquí haga tránsito descanse: se lo participaron al Beato, suplicándole admitiese una oferta que hacían de (1) Lib. 4, Reg CAPÍTULO 1X, buena voluntad. Dioles el B. Diego hu- mildes y expresivas gracias, excusán- dose á usar de su devota caridad. pues no creíabestaba á su arbitrio mudar posada, interin que donde se la daban no le despidiesen; y á poco tiempo continuó su viaje para donde iba. SO. — Esta prudente y religiosa ne gacion avivó mas el deseo de aquellos peñores á tenerle consigo y cuantas ve ces por allí pasase; lo que era indispen- sable sucediese con frecuencia, siendo su conventualidad Ubrique, y habiendo corrido ya tanto la fama de su predi- cación por los Puertos. Por tanto es- cribieron al Provincial que lo era el M. | R. P. Fr, Antonio de Irlanda. pi diéndole mandage al B. Diego, que siempre qué fuese á Ronda se hospe dase en su casa. Informado el Provin cial de la calidad de las personas que tal le suplicaban, de su virtud, del re gimen ó método de su casa y familia, que ciertamente podía ser norma de la mas arreglada y cristiana, y de la particular nota de virtud de la Señora, les contestó con la urbani dad que tantos títulos exigían, y lla- mando al Beato Diego, con toda for- malidad le mandó que siempre que fuese á Ronda admitiese el favor y caridad de aquellos Señores, 81. — Tal fué el principio*de su co municacion ú estada con ellos; de suerte que aquí se vé, que para es- tar en Ronda intervino de parte de los seglares la caridad, de par- te de la Religión la gratitud, de parte del B. Diego la obediencia, de parte de Dios, lo que seríamos muy temerarios en meternos á querer in dagar, pero por lo que se vió, la uti- lidad de muchos y la del espíritu y vida del mismo B. Diego, quien ja- mas volvió ni estuvo allí, sin expresa licencia y obediencia de sus Prelados; siendo tan escrupuloso en esta parte, que cuando la pedía á los Provincia- les les suplicaba le señalasen los dias que allí estaría, y escribió una carta á su' Lector cuando era Provincial consultándole si podría pasar por Ronda debiendo ir de Casares á Jerez, habiendo otro camino. No contento su espíritu con la licencia de los Provinciales consultó al Rmo. P. Ge- neral, y este no sólo aprobó su es- tada en Ronda, sino que le mandó,
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