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po n_n SAN 360 CAPÍTULO LXxXXvnH que había llegado el mo mento supremo por la vehemencia y tenacidad del do- lor, le vino la idea de invocar al P Diego de Cádiz, ya difunto, con las siguientes palabras: P. Fr. Diego, 81 es verdad que estais en la preseneia de Dios, como piado amente lo ereo, haced que obtenga de su Majestad el que se me pase este dolor, SL st me conviene ; y no sabe ql e suc( dió pri- mero, si concluir de decir estas pala- bras, 6 verse libre del dolor y, de la fiebre que le affigía. Al momento entró en la enfermería con una taza de caldo Fr. Francisco de San Sebastian (el cual se encuentra hoy en Sevilla), ri ligioso lego que le asistía y que lo había visto en el estado arriba dicho, y el deponente le dijo con suma a- legría;: Fr, Francisco, el P. Fr. Diego de Cádiz ha hecho ahora en mí un milagt , porque por Su intercesión me encuentro libre de todo mal: lo cual le causó maravilla, porque le vió cu- rado así tan pronto; y prosighió sano desde aquel momento en adelante, sin que le volviesen ni el dolor ni la fie bre. (Proe. Pp. 123). 1183, —-: Por deposicion del Sr. Pár- roco de Villaluenga, D. Tomas Re driguez que murió hace un año, al di funto Profesor Fr. Pablo de U hrique con la posible formalidad, le constaba que una mujer honrada vecina de la ciudad de Ronda, estando su marido en agonía de una enfermedad pulmo- nar, afligida extraordinariamente al verse abandonada y en la mayor in digencia con cuatro hijos de poca edad, se marchó asustada á la Capilla de la Virgen de la Paz donde está sepultado el cuerpo del P. Fr, Diego José: de Cádiz, y animada de la más viva fe que leemos en la Cananea, y confesándolo bienaventurado delante de Dios, y abrazando el frio mármol que cubre el sepulero debajo del altar de 5. Joaquin, suplicó con muchas lá- grimas al Siervo de Dios para, que intercediese con su Majestad, S] gozaba de su presencia, para que le obtuviese el remedio de una cosa tan urgente y de tan grave necesidad. Perseveró así por largo tiempo en su plegaria, casi perdidos los sentidos segun ella des- pues confesaba, y cuando se repuso un poco de su desmayo, movida de una cierta confianza volvió acelerada mente á casa, y cuando creía encon trar muerto á su marido, lo vió repen- tinamente sano, que estaba sentado sobre la cama y le pedía de comer; habi ndol preguntado sobre la hora de su instantáneo y tan-completo a livio, resultó que fué la misma en la cual la mujer hizo la ferviente oracion al P. por la salud de su marido; y los dos fueron á dar las gracias al Señor, y á su bienhechor á la misma Capilla, Pr. e. p. 424). 1184. — Pedro Martinez, vecino de Ronda, padecía de un cáncer incura- ble, que comiéndols horriblemente la cara lo conducía al sepulcro. Tuvo fe- Jizmente la oportunidad de tocar con toda fe el hábito del cadáver del P. Cádiz en el lugar donde estaba ex- puesto, y confesándole á voz en grito bienaoenturado delante de Dios, re- pentinamente comenzó á disolverse el cáncer, y cuando se separó del fé tro, sin dejar de orar.por su salud, la obtuvo, volviendo á casa curado y con una simple señal roja en el lugar del :l que por su notoriedad y circunstancias de tiempo y sepultura, se publicó «en el elogio fúnebre que hizo en Andújar el Rdo. P. Fr. Felipe 3enicio del Puerto, Guardian del Convento de Capuchinos de dicha Ciudad. (Proe. p. 424). 1185, — En Ubrique vivía Fr. Félix de Villamanrique, religioso lego de la Orden de PP. Capuchinos, de grande virtud, el cual murió muy anciano en el mismo lugar hácia el mes de Ene ro de 1813: tenía unas hernias mor tales y completas, padeciendo mucho cáncer para prueba del milagro: l ] : en los accesos violentos en que le sa- lían fuera y se hinchaban los intesti nos y se veía 4 punto de morir, Pero al momento que invocó á su Venera ble compañero de noviciado Fr, Diego José de Cádiz, al que en vida estima- ba mucho, se vió curado, atribuyendo la salud que gozaba y el haber esca- pado tantas veces. del peligro de la muerte, primero á Dios y despues á los méritos de su Siervo fiel. Esto vino publicado por toda la comunidad de Capuchinos con el Superior Fr. Pablo de Ubrique difunto. (Proc. p- 127). 1186. — Otro testigo refiere que ha- cía: veintisiete. aos poco más 6 ménos tenía gravemente enfermo un hijo lla- | ma lo Juan Bautista, de edad de tres

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