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320 palabras no son otra cosa sino pala- bras un hombre ordinario, y la sola gracia de Dios es la que mueve los corazones. 1030. — «Es grande la obligacion que tiene un predicador de ser perfecto ; porque en quien predica la virtud, es más nocivo al prójimo un solo defec to, que útiles y provechosas muchas virtudes, porque con el defecto se da de ocasion de creer que todo lo demas es afectación € hipocresía. 1031. « Así como el Predicador no debe ensoberbecerse entre las alaban- zas, sí tambien no debe entre los vituperios: cumpla su minis- terio con la debida prudencia, y honrándose de saber aquello que en ilecerse no se dice 6 se hace, reciba de la mano de Dios su humillación si algun encuentro, acordándose de los Apósto di gn habitt sunt pro nomine Jesu con tumeliam pate. 1032, « Jamas la sensualidad se cu- bre mejor debajo del pretexto de la necesidad, que en aquellos dias en que se predica, haciéndose entónces lícitas las delicadezas y comodidades, y sin em bargo jamas se debería practicar tanto la penitencia en sí mismo, como cuan do tiene de predicar á los otros. » — El P. Diego aunque todo el año y por toda su vida huyó de la sensualidad, delicadeza y comodidad, más particu- tuviese les que ibant gaudente $ quontam larmente se mortificaba en los tiem pos que predicaba y hacía Misiones, más oraciones, más ayunos y absti- nencias, más cilicios y más discipli nas para alcanzar de Dios la gracia de la conversion de la perseverancia de los justos con au mentos de gracia. No sólo se abstenía de hacer cosa que desdorase el minis- terio. Apostólico ejercitaba, sino que hacía cuanto sus fuerzas alcanza ban por honrarle y acreditarle con el celo y con la ejemplaridad de cos- tumbres. 1433. El P. Diego siempre estuvo muy atento á la observancia de lo que se encarga á Predicadores en el capítulo Y de nuestras Constituciones donde .se amonesta de no sumergirse jamas en el estudio literal tanto que omita la oracion, ántes bien para poder mejor tener el espi- ritu de Jesucristo se esforzaba á dar los pecadores y que los por eso se CAPÍTULO LXXIX más tiempo al espíritu que á las le” tras. Y juntamente con la santa po- breza no dejó jamas el camino real que conduce al cielo, esto es, la santa humildad, acordándose que la ciencia adquirida da mortal herida, si no está vestida de corazon humillado. Antes de estudiar levantaba el corazon á Dios con espíritu humillado, y cordaba del dicho de S. Gregorio, que fácilmente es despreciada la pre- dicacion de aquel que tiene la vida relajada. 1034 Conocía y Diego que cuantos : oOIr sus se a- meditaba pecadores venían eran tantos motivos eficacíisimos que le obligaban á recorrer á Dios pidiéndole la el P. sermones, otros con- version de ellos, y que todas sus pala- brás eran infructuosas si Dios no les concedía su virtud. De estas y como estas eran las reflexiones, las jacula- torias, y que el P. Cádiz hacía y decía á sí mismo, y á cuantos sobre la materia de su pre- dicacion; ejemplo y fruto Je hablaban. (MS. A.). 1035. Para dar una breve noción del metodo que seguía el B. Diego en su predicación y de las reglas de ora- toria sagrada que observaba, trascri- bimos íntegras las dos hermosas car- tas siguientes escritas á un Capuchi- no catalan. « Ronda 20 Agosto de 1193 J. M. y J. Mi R. P. Fr me de Puigcerdá y mi amadísimo her- mano en el Sr., de mi mayor venera- cion. Con la debida recibo la muy a- preciable de V. P. R de 13 del que acaba, á la que correspondo agrade- cidísimo sobre toda ponderacion, pero asegurándole, que si me conociese 0 tratase de cerca mudaría enteramente de parecer en el juicio que de este humilde apasionado tiene hecho. Me ex- plicaré si puedo por partes ó asuntos. 1036. « El don 6 gracia de predt- cación no sólo lo conozco Como v. P. las consideraciones Jail R. me lo propone, sino que lo tengo así confesado en algunos de los pape- litos que ignorándolo yo se han im preso, asegurando que mihi omnium minimo, data est grata haee, evangelizare. Lo conozco, F. mio, y sería un ladron de la gloria de Dios si lo negase, Ó me apropiase lo que ni es mio, ni merezco etc. Y para que V. P. R. se confirme más en ello quie: Sanctorum
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