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A y o 312 CAPÍTULO LXXVIN « alma con este divino objeto, que « ninguna duda dejaba en que la suya “ gozaba de los ai y dul- tos que | roduce tan estrecha « y bella union. — En muchas « ocasiones, continua, lo ví en iguales « términos enajenado de sus sentidos. » El venerable Eclesiástico Don Manuel de Sanz, hermano del P. Fr, Eusebio de Sevilla, haberle encontrado gira veces en igual enajenamiento elevación, en la tribuna del Hospi Y del Cardenal de Sevilla, de que era Administrador. 983. — Durante el tiempo de la Mi sion fué revelado á Doña Antonia Ti- rado, de la cual ha hecho ya mencion el testigo, que nuestro Señor Jesucris to estaba derramando á manos llenas su gracia subre la o de Cádiz. Así lo manifestó el P. Diego á los Obispos de ns ( da y de Cana- rias, en prueba de la virtud de aque- lla Sierva de Dios y inmenso amor habitantes de Cádiz. Ko esta maravillosa narración, ya po- drán percibir cuales serían los efectos de la Mision en la conversion de mu- chos pecadores, en las confesiones ge- nerales, « ces efect otras decía de su sobre los en la reforma de costumbres, en el desprecio de la vanidad, y en el seguir ú4 Jesucristo por el camino de la Cruz. No fueron copiosos entre los impíos y herejes que entre los católicos. (Proe. p. 120), 984. — « Todavía era mozo cuando llegó 4 Estepa la primera vez; llegó á las nueve de la mañana, y querien do decir Misa, no pudo celebrarla hasta las once por inconvenientes que ocur rieron; al fin se tocó la campana y la Iglesia de los Remedios siendo dia de trabajo se llenó de gentes que venían á oir la Misa del P. Cádiz á quien ni conocían ni nadie les dijo que era a- quel Religioso Capuchino. Pero no dejeis acaso correr vuestra ¡imagina- cion, sabios oyentes; sus compañeros me dicen que cuando atravesaron el Reino de Portugal para ir á Galicia, notaron iguales movimientos en a- quellos pueblos ya en los campos ya en las aldeas, corriendo todos á besar la mano del Venerable P. cuyo nom- bre ignoraban, bien que lo leerían en su espaciosa frente escrito con letras de luz: Fr. Diego d+ Cádiz Misio- nero Apostólico. » (Grazalema, p. 55), menos 985. — « Rastread tambien lo sublime de su oracion, por lo*que en ella solía experimentar de quedarse luego extá: tico y arrobarse, levantado del suelo por la vehemencia con que del e uerpo tiraba el espíritu. Más de una vez a- caeció, yéndole á buscar el compañero, quedar atónito y retirarse como indig- no de verle cual le veía, enajenado de los sentidos, bañado de resplando res y despidiendo tan suave fragancia todo aquel sitio, que parecía el Tabor ó un remedo magnífico de la eloria. Pues, ¿ y su Misa, hermanos ?; An Su Misa era una suspension, ó por mejor decir, un rapto contínuo. rarle en el altar, se. estremecian y convertían los pecadores: y por oír- sela trasnochaban muchos en la Igle- sia, rec abando de los » permiso á puras y repetidas instan- Figúraos un Javier, un Felipe Neri Ó un Serafin, si fuera dable, transformado en presbítero, sacrifican- do: $. haced cuenta que vels á celebrar á nuestro angélico Sacerdote. » (Prie- to, p. 53). 986. — Vimos arriba el abrazo dul- císimo que Jesurristo le dió en el Altar diciendo Misa, y no lo extraño sa- biendo su intimidad con el Sumo 5Sa- cerdote cuyo Ministro era. Fué visto en Otra ocasion en forma de una nube de fuego que disecur por todo el elemento; fué visto arrojar llamas por la boca en la Catedral de Gra- nada y en el Colegio de Misioneros de Arcos y en otras ocasiones, y no me hace fuerza visto su extremado arden- tísimo celo; fué visto como un sol que iluminaba el mundo, tra su luminosa apostólica doctrina; fué visto por otra persona fidedigna en espíritu predicar en cierto púlpito, ves- tido de Sacerdote con una Alba finí- sima y preciosa, un Cíngulo de parti- culares colores y o una Estola que toda era luz, y un bonete con rá- fagas de fuego por-borlas y rodeado de fuego, y aun echar llamas por la boca mezcladas con sus palabras; y yo admito la tal relacion cuanto me permite la materia y su delicadeza, 1ns- truido en las demas circunstancias del suceso y en los inotivos que fueron su orígen, pero que todavía no podrán pu- blicarse (Grazalema, p. 72) Un Reli- gioso que le iba á hablar e en ocasion de Sólo de mi- Superiores el cIas. y esto me demues

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