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| | LAA A 276 CAPÍTULO LXXI « Pero no fué ciega cuando conocía por otra voz superior á la que sonaba en su oído, que iban á seguirse con á las conciencias de inflexible en aun mandatos bastaron para que ni escri biese, ni hablase secuencias fatales los fieles. Entónces era su opinion, y así, ni expresos contra ciertos abu sos públicos y secretos; lo continua- ba con igual teson, y con grande man sedumbre respondía en estilo Apostó ros audire. ma lico : «a $: justum est, m7 gis quam Deum, judicate ». Nosotro que hemos tenido tantos y tantes documentos del B. Diego, inelu Beatificacióon y podemos y Sevilla no tan Impor sos los procesos de seiscientas cartas intimas, debemos decir que el Pp. quiso ni pudo decir que el Siervo de Dios prefiriese jamas su juicio privado al de sus Superiores. Jil solo temor de apartarse hasta involuntariamente de la voluntad de sus Prelados era para él un tormento inexplicable; y no sólo no escribió jamas ni habló contra la voluntad de sus Superiores, sino que sin su permiso mun eserio nt un discurso se permitió, y aunque sabía que el señor le había elegido apóstol de España y que esta eleccion le fué confirmada con prodigios y admirables, bastaba una palabra de su Preládo para dejar totalmente la pre dicación. Quien por la obediencia de jaba fielmente el todo, más fácilmente VISIONOS aun dejaba el modo y manera, sabien do que en eso daba mayor gloria Al Dios. Por lo que es cierto que las labras del P. Sevilla no se refieren á actos de verdadera obediencia, sino á mandatos de quienes no tenían ridad sobre él, y á quienes podía y debía dejar. de obedecer cuando en- trando en terreno no propio querían gobernar sus actos públicos con pru- dencia carnal y mundana, desvirtuándo le de su modo de predicar, etc. y exi giéndóle lo que él sabía debía ser de a auto- malas consecuencias. Jamas ha tenido malas consecuencias la verdadera obe- diencia, y el mandato legítimo de no predicar ni escribir en tal ó cual caso, excepto cio de obediencia, y en el ca. so de que lo mandado fuese evidente- mente olensa de Dios (lo cual. rar si mas veces ha sucedido), siempre han proclam: do las glorias y esp provechos de la obediencia verdader da y han anatematizado como la mavor calamidad de las Ordenes Religiosas el querer se fiscal y ¡juez de los Pre lados y discutir sus mandatos, $61. — $S. Alfonso de Lig rio decía « Esta es la obediencia ci i que ha merecido tantos encomios de los San tos, el creer que va bien todo cuanto los Superiores d mente, porque ninguno debe fiarse de tegminan: primera= las ideas que son propias de su juicio: Nemo Ninguno es aquello que mira a sí pues “como dice el prove bio: rectus mdes UL INSUUS . buen juez mismo, sobre por causa del amor proplo, meu lo verdadero de lo falso. En segundo hug súbdito sá que apenas nos permate dist solamente rr, porque el e las cosas de su incumbencia, mas el Superior tiene delante de lo ojos otras muchas cosas; y por lo tanto habrá de ser mejor su juicio. En te: súbdito no mira cer lugar, porque el frecuentemente más que su bien par- ¡ ticular, pero el Superior se halla o- bligado á proporcionar el bien comun En cuarto lugar, segun afirma Santa María Magda lena de Pazzis, son asistidós por Dios Poe porque los Superio res, de un modo particular acerca del go bierno de sus Comunidades, y por lo tanto, tienen aquellas luces de las que carecen los súbditos. » 862, Y él piadoso Rodriguez a ñadía: « San Jerónimo (L£pist. 4 ad Rustieum Monaechum), eseribiendo á uñ monje instruyéndole cómo se hal de haber | Cosas que le encargo ma eri la Religion, una de las 1 mucho es est Non de majorum sententia ¡judices, cujus offictt est obedire et umpler l quae ¡ussa sunt, dicente Moyse: AÁu- di Israel et taece. (Exod VI, «3), « Mira, dice, que no trates de juzgar ni exu- minar los mandamientos y ordenacio nes de los Superiores porque manda- jamas ha producido malos efectos en ron esto Ó aquello, y si fuera mejor . el obediente. de otra manera que de esta, porqui 360. — Por esto los santos y Doe- eso no pi rtenece al súbdito, sino al tores han sido tan enemigos de? todo ¡ Superior lo que sabe á propia voluntad, á pro 863. Haciendo misión en Andú pio juicio, á querer ser juez en nego- ¡ jar se empeló el Señor Obispo de AR
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