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85 compungidas y llorosas. Señor mio, decía , fú que sólo eres nuestro Rey, socórreme 4 mí desamparada, que no tengo otro favorecedor fuera de tí (1). Dame firmeza, Señor, Rey de los dioses y de toda potestad : pon en mi boca palabras propias en la presencia del leon, y muda su corazon á que aborrezca á nuestro enemigo: y libranos con tu mano, y ayúdame, que no tengo olro auxilio sino á tí, Se- ñor, que tienes la ciencia de todas las cosas (2). Despues de esto Ester no dudó un momento presentarse al Rey, resuelta á morir an- tes que permitir que muriese sa pueblo. Para hacerlo cual convenía á su dignidad de reina, pasados los tres dias de ayuno y oracion, dejó el'traje de penitente, y se vistió con los vestidos de su gloria; y llena de fe en el Señor, salió de su habitacion, dirigiéndose á la del Rey. No hay que hablar ya de la destruccion de Amán; la humillacion por que pasó , siendo él mismo quien revistió 4 Mardoqueo de manto purpurado, y colocó sobre su frente la diadema de principes, era ya el considerando que precedía al decreto de su suspension en el mismo patíbulo, que tenía preparado para Mardoqueo, decreto que saldría de los labios de Asuero', de resultas de la visita que Ester se disponía á hacerle. Empieza ahora una escena nueva, y sin semejante en la his- toria de aquellos monarcas, á quienes los vasallos adoraban como dioses; va á descubrirse un gran arcano sobre una ley particular, que deroga y anula para una sola criatura humana la universal á que todas están sujetas. La eternidad se representa en el tiempo, el Key eterno en uno temporal, y los decretos divinos se reflejan en las sen— tencias, que en presencia de príncipes y ministros va á pronunciar uno de los reyes, que más majestad y poderío ha tenido en la tierra; los tipos representan con' una propiedad muy marcada la realidad pre- sente, pero'invisible , y la: futura, que algun dia se ha de ver. En un magnifico salon, cuyo pavimento forman las esmeraldas, cuyas techumbres brillan con el oro más fino, y cuyos muros esmal- tan los topacios y rubies, orlados con diamantes y zafiros , se levanta un' trono coronado de ráfagas deslambradoras, con que el arte ha querido sisnificar, que allí se sienta un rey, á quien, so pena de muerte, nadie puede ver ni mirar sin ser llamadoá tanta dicha , como si fuera un dios. Allf está Asuero sentado con majestad , vestido de reales vestiduras, y resplandeciente con el oro y piedras preciosas, siendo su aspecto terrible; alí se encuentra rodeado de cortesanos enmndecidos en presencia de tanto esplendor. ¿Quién osará aparecer ni «en las antecámaras lejanas? ¿Quién se irá acercando sin que los ojos de Asuero se enciendan, descubriendo en ellos el furor de su corazon? Ester, Ester es la única que puede llegarse al trono sin ser (1) Est. cap. 14, v.3, (2) Est. cap. 14, v. 12,13, 144.

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