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82 su furor cierto dia, por haber advertido que el hebreo no-sólo no se arrodillaba, pero ni siquiera se movía , cuando él pasaba por el vestí- bulo regio. Llego, pues, á su casa montado en cólera; contó á su mujer y á sus amigos lo que le pasaba, gritando furioso, que ni su mujer, ní sus hijos, ni sus riquezas, ni la amistad y privanza del Rey valían nada para él, miéntras viese'que Mardoqueo no le doblaba la ro- dilla. Pronto encontró solucion á su problema tratando con gente im=- pía y sin religion: amigos y mujer le contestaron que el remedio es- taba en su mano, pues no tenía más que mandar poner la horca, y colgar en ella al que no le adoraba; y dicho y hecho, el cadalso fué alzado para supliciar en él 4 Mardoqueo, tan pronto como estuviese adelantado en su carrera el sol del siguiente dia, Dia de festín y de zambra fué aquél para Amán «y sus amigos. Dos horas después que al siguiente hubiese el sol dorado con sus rayos las cúpulas de la morada regia, no existiría Mardoqueo, y po= cos meses más tarde , sería extinguida su raga en todo el imperio ; el patíbulo estaba muy cerca, y todos le diriSlan de tiempo en tiempo miradas de complacencia. Para Amán las horas fueron siglos, pues tenía determinado pasar muy temprano á la residencia del monarca, y decirle que la salud del Estado demandaba empezar en aquel mismo dia el exterminio de los judíos, principiando por el que era cabeza de todos, y se llamaba Mardoqueo. En efecto, al siguiente día muy tem- prano, Amán se hallaba ya en la antecámara del Rey. En verdad, este hombre sanguinario era un dragon lleno de rabia y de veneno, y, como fiera sin freno, había estado peleando á su entera satisfac= cion hasta aquella hora; pero en ella. precisamente ¡ba á salirle- al frente otro dragon , que entraría con él en refriega mortal y le devo- raría (1). Miéntras la política mundana y carnal había estado combinando la intriga sanguinaria , la humilde Ester pasaba “el tiempo en oracion y ayuno, y decía á Dios estas palabras, llena de inocencia y de amor: Señor , no entregues tu cetro á aquéllos que no son , para que no se burlen de nuestra ruina; ántes vuelve contra ellos sus designios, Y destruye al que ha comenzado á encruelecerse contra nosotros (2). Así oraba Ester en la misma noche, cuyas horas contaba con ansia Amán , deseoso é impaciente por ver —relumbrar los primeros deste- llos de la alborada que él iba á ensangrentar con la ejeeucion de un justo. ¡Cosa rara y de admirable coincidencia! Una intriga de sangre y de venganza se estaba tramando en el palacio de Ásuero , miéntras la inocente Ester estaba trabajando sin dolo ni doblez cerca del Rey de los reyes, descobriéndole con sencillez y humildad la inocencia desu 4) Est: cap. 10,v. 7 (2) "Ester, cap. 44, v. 4.

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