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635 contengan en los límites que Dios ha puesto á todo el que tiene que | inclinar por fuerza su cerviz ante una fosa. ¡Oh santa libertad la de la religion católica! Con ella se criaron los creyentes , se formaron los apóstoles, se nutrieron los mártires, se ilustraron los confesores, y florecieron las virgenes. ¡Oh libertad ad- mirable la de aquellos hombres que obedecían gustosos á Diocleciano, á Juliano, cuando les mandaban salir 4 batalla contra los enemigos del imperio, y les decian con entereza que no podían obedecerles, cuando les prescribían cosas contra Dios! ¡Oh libertad santa, la de un Agustin, un Jerónimo, un Crisóstomo, un Ambrosio, un Minu- cio Félix, un Anselmo, un Isidoro, un Tomás de Aquino, un Bue= naventura, y-un ejército innumerable de sabios, que ha tenido la Iglesia! Estos hombres eran libres, libérrimos para pensar, para dis- currir, para raciocinar. para ense har , para escribir, y para publicar sus pensamientos, habiendo escrito ellos solos más volúmenes, que dias tiene el mundo : pero al mismo tiempo respetaban una santa es- élavitud que tenian : esclavitud que reconocían, porqus eran sabios, esclavitud que veneraban, porque eran cristianos; esclavitud que adoraban, porque querían salvarse. Sabían estos os verdaderos que podian hablar de Dios, escudriñar sus grandezas, elevarse en el estudio de su naturaleza, y publicar sus misericordias ; hélos ahí bien libres : pero sabían que no podian comprenderlo, niá él, ni sus mis- terios, ni sus atributos, ni sus glorias inefables, y no daban un solo ' paso donde sabian que se verían oprimidos por la gloria de la majes- ] tad infinita, hé ahí la santa esclavitud. Sabían que podían disertar sobre cielo y tierra, sobre el orígen de los séres cri: em sobre la ma- teria, y el espíritu, y sobre cuanto hay en el mundo material, y asilo hacían usando de su libertad : pero sabían que esto habia de ser sin perjuicio de la revelacion, á cuya manifestacion no debían oponerse, hé ahi la santa esclavitud. Sabian que podían dar vuelos á su ente dimiento en la exposicion de las santas Escrituras, en los comenta! 105 de sus reglas de doctrina, en las acciones y palabras del Redentor, y se llamaban libres, libérrimos para viajar por ese magnifico ve rgel de los misterios de la redencion; pero tambien sabían que habia una au- toridad visible en el mundo, depositaria de la fe, intérprete inf lible de las sagradas páginas , y maestra de todos , y se alegraban de esta santa esclavitud, pues con ella estaban seguros de no caer en, errores. ¡Cuánta libertad y qué gloriosal ¡ Cuánto saber , y qué sublime! Esta es la libertad, esta la esclavitud de ese cuerpo de sabios y santos, que tienen como lema de su marcha el nombre de Maria. ¡Qué! ¿Habrá habido uno sólo de los que han militado en esta Iglesia, que no se haya cre sido libr ss ¿Hay acaso alguno que sea esclavo ¡Es- clavo, quien ama á Dios! ¡ selavo, quien adora su sabiduría infinita, y no intenta bomprsider e Pe es incomprensible ! En la casa de Dios, ) !

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