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615 de Hungría, de los Jaimes de Aragon, de los Luises de Francia y de los Fernandos de Castilla , algunos de los cuales erigieron á esta Ma- dre del amor más de mil templos cada uno; templos ¡ay! que despues han echado por tierra los hijos adulterinos de pueblos que en tiempos pasados fueron grandes por su fe, y por su celo en propagar la fe ca- tólica, principio , medio y fin de sus hoy marchitas glorias. La Virgen vive en el seno de la Iglesia católica, como Madre á quien se ama, y como Reina á quien e da todo honor y se rinde todo el homenaje de que es digna. No hablemos de las fiestas instituidas en honor suyo desde los tiempos primeros del cristianismo (1): ni de ese santo entusiasmo, con que los fieles celebran las solemnidades de la Vírgen, siguiendo siempre el espíritu de la Iglesia católica: ni de esa fe, con que hoy mismo, en medio de ese egoismo sensual que liene convertidos los corazones en témpanos de hielo para las cosas santas, Se la erigen templos, se la dedican estatuas colosales, y se le consagran columnas y obeliscos. Echemos la vista sobre lo que ha pasado en las regiones del espíritu, en donde el hombre que piensa y raciocina, llevando siempre encendida la antorcha de la fe, es verdaderamente grande, y descubrirémos un hecho innegable, y es que la Virgen ha ocupado siempre el entendimiento y llamado la atencion de todo el mundo literario, y en especial de las inteligencias más elevadas, que sucesivamente han dado á luz las naciones más cultas del Occidente. ¿Qué cosa hay más grande en la historia de las ciencias sobrena- turales , que ese empeño que han tenido scis siglos completos en po- ner sobre la frente de la Virgen una diadema de honor, que le da más gloria que la misma maternidad divina? Una gran liza literaria se entabló hace seis centurias, en la cual tomaron parte los sabios y doc= tores de todas las naciones occidentales(2), pretendiendo casi todos que (4) - Desde muy antigno se celebraban en la Iglesia diez fiestas solem- nísimas: véase cómo las refiere San Juan Euboense, obispo de la Iglesia griega en el año de 744 segun Guillermo Cave (Histor. Litter. ad an. 744). «La primera de las más insignes solemnidades, dice, es la Concepcion de la Virgen: la segunda la Natividad, la tercera, aquella en la cual Gabriel anunció á la Virgen la generacion temporal del Hijo de Dios. Despues viene la Natividad de Jesucristo, etc. (Joan. Eubensis, Orat. in Concept. Sme. Deipar., n.* X.) (2) Enla Iglesia Oriental nunca se estableció controversia alguna, que se pareciese á las de los escolásticos del Occidente. Esta Iglesia esta- ba en posesion de la creencia piadosa sobre la inmunidad de toda culpa de la Virgen, y celebraba la fiesta de la Concepcion desde tiempos anti- quísimos como consta por los sermones predicados en esa fiesta por San Juan Euboense; San Pedro de Argos, San Jorge de Nicomedia , y el sabio monje Jacobo, cuyas oraciones se conservan entre los códices griegos del Vaticano. Los Padres además lo manifiestan así en los predi- camentos que dan á la Virgen, llamandola Purísima, Inmaculadísima, sin mancilla, semejante á su Hijo, igual á su Hijo, la única purisima,
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