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610 vo dentro de sí 4 Dios, cuya posesion fué el lenitivo para mitigar la sed que tenía de bienes : así aquel piélago de amor, con que aquella Virgen purísima afecciona al linaje humano , no se para jamás hasta que no se sacia aquel deseo que la anima de que sus resplandores sean comunes á ella y á nosotros (1).» Despréndese de todo esto una consecuencia muy lógica, y es, que la Virgen está viviendo de una manera admirable en el seno de la Iglesia; y ¿cómo vive ella ? Fácil es comprenderlo; vive por medio del amor : es Madre, es Reina, es Señora, y vive, en el corazon de sus hijos, quienes se desviven por servirla y rendirla todos los home- najes de que es digna. ¿Qué importa que ella esté en el cielo y nos- otros en la tierra? Lo que le importa al hijo encontrarse en las regio- nes del polo, miéntras su madre está en el ecuador : son diferentes los aires que respiran, y muy diverso el clima de que gozan: el hijo vive entre eternas brumas, respira un aire glacial, y se alimenta quizás con el líquen de las rocas, miéntras la madre respira el oxíge- no embalsamado de los jazmines y las madreselvas, y se regala con las frutas aromáticas , que produce una tierra, que es toda un vergel. Pero esa vida es animal, terrestre y material : la madre y el hijo tie- nen un mismo sentir, un mismo querer, un mismo sentimiento, y es el amor ; aquélla en su corazon y éste en el suyo, los dos tienen den- tro de si un santuario y un altar, el altar de los afectos: la madre tiene en esta ara á su hijo, y el hijo tiene á su madre: y ¿dónde vi- ven esa madre y ese hijo? La madre vive entre los hielos del ártico, y el hijo en las florestas del ecuador. ¿Quién será tan cruel, que pretenda arrancar de esos corazones ese sentimiento que les da una vida, que vale más que la misma vida animal? Es evidente: que la. Virgen está viviendo en el seno de la lelesia católica con todo el afecto y ternura, con que una madre vive en el corazon dé su hijo: y no és ménos evidente que los hijos verda- deros de esta Iglesia viven tambien en el corazon de la Vírgen, amán- dola, venerándola, sirviéndola, llamándola é invocándola. Su Hijo prometió á esta Iglesia que él estaría con ella. hasta la consumacion de los siglos, porque es el Rey de esta Iglesia y su cabeza invisible : y hemos de persuadirnos de que tambien su Madre ha de estar con esta Iglesia hasta el fin , por ser ella la Reina, la Señora, la Ma- dre (2). Nosotros no ignoramos que es inmensa la distancia que hay (4) Serm. in Anvunt. Deipar., n.* Xxuv. (2 Grande es la diferencia entre el modo como están en la Iglesia Jesucristo y su Madre : desde luego el sentido genuino de aquellas últi- mas palabras de Jesucristo á sus apóstoles, yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos es que él los ha de asistir de lal manera con su gracia y su virtud, que han de prevalecer siempre sobre los tiranos y los herejes. Pero véase la reciprocidad del amor entre Jesucristo y su Ígle-

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