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606 de la revelacion, entran en una era nueva. Porque desde ese dia pueden ver que el reino de Cristo está ya completo, por decirlo así, en el personal, á la inanera que vemos establecidos en la tierra los reinos mundanos. No hay uno en efecto, en el cual no se encuentren al frente del pueblo el rey y la reina, formando los dos la alegría , y la esperanza, y la gloria de la nación, y mirándose ésta en ellos, como los hijos se miran en sus padres. Y en realidad, ¿hay cosa más árida que un rey solitario, sin tener una compañera con quien compartir el lecho y el trono, ni un corazon en donde la ternura y el cariño viven para con- tener las iras varoniles, y mitigar con acentus amorosos las voces del que alguna vezpuede rugir como un leon? ¿Hay perspectiva halagúeña para un pueblo, que ve su trono sin equilibrio, y no puede apelar del rigor inexorable del monarca al corazon benigno y amoroso de la reina? Esto es lo que vemos en el mundo: y esto es tambien, aunque la comparacion no sea exacta en todas sus partes, lo que pasa en el reino de las inteligencias , desde que la Vírgen María fué sublimada al trono celestial, donde vive y reina con su Hijo. La Vírgen María es la Reina en el reino de Cristo: pero, como este reino está dividido en dos secciones, una de las cuales triunfa, y otra está en combate y en viaje para la tierra de los vivientes, de ahi es que en las dos la Virgen vieneá ser el complemento de la monarquía de Cristo. Allá, donde todo es gloria y seguridad sin fin, María es la Reina que alegra con su presencia la ciudad de Dios: pero aquí, don- de todo está erizado de peligros, donde vivimos entre temores y espe- ranzas, y donde nos amenaza la severidad del juez inexorable, la Virgen es la Reina piadosa y clemente, á cuyo amor y ternura acu— dimos para librarnos de los peligros, y aplacar la ira del Rey celestial. No importa que esta Señora viva en el cielo y nosotros moremos en este valle de lágrimas: la fe acorta las distancias, y nos hace ver á esta Reina viviendo con nosotros. ¿ IL. La Virgen viviendo en la fglesia. La Reina de la misericordia elevada al trono de la gloria en el cie- lo, y sentada en el'sólio junto á su Hijo, no había de tener un nombre vacio de sentido, y sin significar en la accion lo que el mismo nombre dice. Y ¿para qué había de llevar ese nombre en el cielo? Alli donde cuantos han entrado, se reconocen deudores á la piedad divina de la gloria que poseen, pero donde todos ciñen sus frentes con la corona de justicia, que el Juez justo les ha dado, por haber sido fieles 4 su vo—
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