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A | CA Arca 604 Grande y a/mirable fué esta escena que describe el discipnlo ama- do: pero la que se siguió á la apertura. del libro, produce asombro en el entendimiento y alegría en el corazon. Los ancianos y los animales, apénas vieron que el libro había sido abierto, se postraron todos te- niendo cítaras é incensarios en sus manos, y con voces unísonas y armoniosas entonaron un cántico nuevo, que decía asi: Digno eres, Señor, de recibir el libro, y de abrir sus sellos: porque has sido entre- gado á la muerle y con tu sangre nos has rescatado para Dios de todas las tribus, y lenguas, y pueblos, y naciones: y nos hiciste para nuestro Dios reyes, y sacerdotes: y reinarémos sobre la tierra. Despues de esto describe el discípulo el concierto mayor que se ha oido desde que hay mundo: millares y millares de ángeles unidos á los ancianos y á los animales dijeron todos á una. voz, que el Cordero, que había sido sacrificado era digno de recibir el poder y la divimdad, y la sabi- duria, y la fortaleza y el honor, y la gloria, y la bendicion. Ni con- cluye aquí la gran escena, pues cuando resonaba la ciudad de Dios con los inmensos ecos de la voz de todos sus imoradores, alternaba con ellos otro concierto, cuyos detalles sólo puede dar un hombre inspirado : era el concierto de los abismos, de los mares, de la tierra, del aire, pues cuantas criaturas hay en ellos decían tambien con ar- monía y concordia, que se diese bendicion,y gloria, y honor, y potestad al Cordero. Ni ésta es tampoco la última escena de esta gran solemni- dad, pues concluye con postrarse los ancianos sobre su rostro y ado- rar al que vive por los siglos de los siglos (1). Cuando estos ancianos adoraban al Señor, tomaban sus coronas y las ponian todas ante el trono (2). Esta escena sorpreadente y admirable tuvo lugar tambien en. el gran dia de las tres coronas, que puso Dios sobre la frente de la Vír- gen. «Los ancianos y los santos, dice el beato Alberto Magno, colo- an sus coronas ante los piés del Cordero, reconociendo que todos ellos han sido coronados con aquella bajeza y naturaleza humana que recibió de la Virgen. Y esta Vírgen es aquella mujer, que tiene una corona de doee estrellas, es decir, de todos los Santos, porque todos han sido coronados por ella (5).» «Colocan los Santos sus coronas, dice San Antonino de Florencia, ante los piés del Cordero, reconociendo que se lo deben todo á la santa homavidad, que tomó de la Virgen. Esta dijo, que desde entónces la llamarían bienaventurada todas las genera- ciones, por cuanto Dios mirando á su bajeza , se había hecho hombre en ella: por consiguiente, cuantos han sido regenerados, deben tener ú María por su madre (4).» De. esta manera establecen estos teólogos eminentes el principio de ser deudores los santos al Cordero sin man- (1) Apoc. cap.5,v.84414. (3) Sup. Missus est, cap. 185. (2) 1d. cap. 4, v. 10. (4) 4 part., titul. 15, cap. 2, $. 41.
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