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AA AS E ia ¿3 A A A 389 Estos esfuerzos constantes y uniformes de los hombres malos para atacar á la Iglesia, ora se llamen judíos, ó paganos, ó herejes, 6 fil6- sofos, Ó católicos de apariencia, ora se revistan de manto de hipo— cresía, ó de argucias de ciencia vana, todos están dirigidos por un mismo monarca , por el principe de las tinieblas (1), Tiene éste sus súbditos , sus ministros, su ejército, sus satélites, y todos unánimes conspiran al mismo fin: no es este sino el corromper los entendimientos de unos, excitar las pasiones de otros, inflamar el orgullo, irritar la al- tivez, encender la soberbia y poner en conflagración á reyes y pueblos, para destruir la Iglesia (2). Esta es la historia del origen de todas las persecuciones y herejías, y trastornos que ba sufrido la Iglesia, habien= do empezado en la sinagoga, continuado en los emperadores roma= nos, en los bárbaros del Norte, en los islamitas de Oriente, en muchos reyes, ó abiertamente malos, ó verdaderamente hipócritas de Occiden- te, y llevádose á extremo de encarnizamiento por herejes, filósofos, deistas, materialistas, racionalistas, y predicantes de los llamados de- rechos del hombre. Fenómeno bien raro es en el órden social, que la religion de Je= sucristo , tal como él la enseñó, se haya propagado por todo el orbe, y que su Iglesia, tambien tal como él la estableció, estó extendida en toda la redondez de la tierra, sin que hayan podido impedirlo los po- deres del infierno, que reinan con vigorosa lozanía en toda su extension: Otro fenómeno notabilísimo es el saber que «nueve partes del mundo estén combatiendo contra esa Iglesia, y á pesar de tener ellas todas las fuerzas, que emplean los hombres para conquistar reinos y aniquilar ciudades, nada puedan contra dos partes que restan, no teniendo (1) Esto nos enseña San Pablo, cuando dice, que no es nuestra pelea solamente contra la carne y la sangre, sino contra los principes y poles- tades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espiri- tus malignos de los aires. (Ephes. cap. 6, y. 12.) Y en este sentido místico interpreta tambisn san Agustín estas palabras diciendo, «que no se ha de entender que los demonios, contra quienes tenemos que pelear, sean rectores de este mundo visible, sino que son los que gobiernan este reino tenebroso de los amadores del mundo, de los impíos y malvados, pues de éstos se dicen en el Evangelio aquellas palabras, Y el mundo no lo conoció (á Jesus). (In Psalm. 34, v. 1.) (2) Dice San Jerónimo (in Ose. 4) que todos los vicios y pasiones tie- nen un espíritu maligno por cabeza, y que estos espiritus están organi- zados entre sí por jerarquías y coros, conservando el mismo órden que tenían en el cielo untes de su caida. Todo lo cual hacen por efecto de la gran ciencia de Lucifer, que los tiene dominados y ordenados á fin de hacer la guerra á la Iglesia con más probabilidad de resultado; porque, sabido es, que una guerra que no es dirigida con plan, con órden, y ba- jo una sola cabeza, á la cual obedezcan todos los subordinados, más pro- bable es que concluya por una derrota, que por una victoria

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