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587 Pero, debemos advertir una circunstancia singular, que se nota en este venerable Vicario de Jesucristo. Todos los soberanos Pontífices han profesado un amor y una veneración especial á la Virgen María, y la han invocado en las necesidades de la Iglesia, comonos lo enseñasu historia: y podemos añúrmar sin género de duda, que estos maestros de la verdad, defensores de la justicia y del derecho de los hombres, y sostenedores de los tronos, ántes de hablar al mundo, se han pos— trado con humildad ante la Virgen María, rogándola que les alcanzase de su Hijo luz para enseñar la verdad, valor para defenderla, y gra- cia y misericordia para el mundo. Pero pocos habrá que en ese pun- to hayan llegado á donde ha llegado el venerable Pontífice, que colo- có sobre la frente de la Virgen la diadema, que la Iglesia católica, re- presentada en los obispos la ha consagrado. declarando él desde la Cá- tedra del Espiritu Santo, que era doctrina de fe revelada la que ense- ñaba, que esta Virgen fué preservada por Dios de caer en la mancha de la culpa original por los méritos previstos de su Hijo Santísimo. Véase además que no hay apénas una carta encíclica, ni una alocución solemne de este venerable Pontífice, en las cuales no se inculque á to- dos, Obispos y fieles, que acudan al patrocinio de María para alcanzar de Dios la gracia. Grande es Pio IX, y lo es hasta por confesion de los enemigos de la Iglesia: pero su grandeza, así eomo sus obras, for- man una bellisima guirnalda tejida de mil flores, en cuyas hojas se leo, La Virgen María. S. H. La Virgen, protectora de la Iglesia. Las palabras que sirven de encabezamiento ú lo que vamosá de- cir son la consecuencia natural de la naturaleza de las cosas, que he mos explicado. La proteccion del hijo es, por decirlo así, el único cam- po de batalla, á donde la naturaleza llama á la mujer: pues, no sien do ésta madre, el pudor natural no le deja poner el pié fuera del hogar paterno: pero, apénas lo es, y se presenta con el fruto de su vientre suspendido de su cuello, la mujer es una heroina, que por salvar la vida de su hijo, no teme exponer la suya, abalanzándose hasta á com- trán v otras obras, demandaban para ejecutarlas los tesoros de un gran rey. No hay que referir en otro órden de cosas lo que ha hecho ese gran Pontífice, porque el orbe está lleno de su fama. Sólo él ha conmovido el mundo, llamando por cuatro veces á todos los obispos en derredor de la cátedra de la verdad, y llevando á la ciudad eterna á los (fieles de todo el orbe; sólo él en esta época de apostasía universal se ha atrevido á de- cir á la humanidad entera, que si no retrocede de esa marcha que lleva, se hunde; y para que no suceda tal desgracia, llamó á Roma á cuantos obispos hay en el orbe para hablar, y decir al mundo la última suerte que le cabrá, si no oye su voz.

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