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386 Cerremos esta disertación, poniendo aquí como corolario de lo di- cho la consignacion de un hecho, que apénas tiene semejante en los diez y ocho siglos, que cuenta de existencia la Iglesia católica. Hay hoy dia en la gran familia de Adan un hombre, que parece destinado á ser el asombro de los siglos. Hace más de veinte años que él solo está cuinbatiendo cuerpo á cnerpo con poderosas falanges de enemigos de la verdad: y cuando los reyes y los pueblos, arrastrados por un vér- tigo inexplicable, desconocen el derecho natural y atacan el divino; cuando se están estableciendo como principios de gobierno las más ab— surdas máximas, y á su impulso se ven caer, uno por uno, los tronos, intentando envolver en sus ruinas las instituciones venerables de la revelacion; cuando se intenta reducir 4 máximas de puro naturalismo los dogmas divinos y los preceptos, para cuya promulgación fué nece— sario que el Hijo de Dios se hiciese hombre; cuando, por fin, hombres poseidos de un espíritu, verdaderamente demoníaco, no dejan piedra por mover para sembrar en el ánimo de los súbditos de este príncipe toda clase de odio y perversidad, para que se levanten contra él; cuan- do esos mismos hombres, hollando convenciones, despreciando pactos, y burlándose de soberanos, llamados grandes y poderosos, se acercan llenos de furor y despecho á los muros de su metrópoli, y asestan con- tra ellos bocas de fuego mortífero, forman minas, abren brechas, y gritan al asalto y á la destruecion: cuando todo esto sucede, ese hom- bre á quien no debia asistirle el vigor por ser un anciano; á quien debía invadir el temor , pues no tiene ejércitos; á quien debía sobre— coger el espanto, pues todos, unos por maldad, otros por connivencia, otros por apostasía, otros por impotencia, otros por odio y otros por conspiracion, lo tienen abandonado á su suerte, ese hombre está lleno de vígor, de calma, de serenidad; y con ánimo que rebosa mansedum-— bre, con palabras que están empapadas en miel enseña á los pueblos, adoctrina á los reyes, conmina á los monarcas impíos, exhorta 4 los extraviados, reprende á los desleales, resiste á los perversos, y condena los errores, ora los enseñe un togado, ora los sancione un emperador, ora los publique la humanidad entera. Este hombre es el gran sucesor del Pescador, el para siempre inmortal Pio IX, el gran Pontífice que por sus obras y su vida tiene asombrado al mundo entero (1). (1) En punto á obras materiales, tocante á artes liberales asombra lo que ha hecho este Papa, desposeido de sus Estados por la revolucion sa- erilega del año de 1839 y 1860. La basílica de San Pablo, la de San Loren- zo, la de Santa Inés, el gran Manicomio, la Fábrica de Cigarros, hecho todo en la Transtiberina, el gran cuartel en el Campo Pretoriano, la Puer- ta Pia, los variosseminarios levantados para las naciones y repúblicas americanas, y otras cosas de ménos cuantía aunque de valor muy subido, como las llamadas confesiones de Santa María Mayor, de San Juan de Le-

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