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A O a cnc A E 583 árdua empresa de ir á conquistar á Jerusalen. La guerra de Troya, los viajes de los Argonautas y las expediciones á la Colquidia para tomar el vellocino de oro, por muy abultadas que las pongan los poe- tas son cosas muy diminulas , si no son ficticias, al lado de ésta inspi- rada por la religion, y, aun podemos decir , sombreada por el profeta que dijo, que sería glorioso el sepulcro del Mesías (1). Pero, en medio de tantas glorias guerreras, como alcanzaron los monarcas, no vemos que se concluyese el estado triste de los cautivos, pues éstos quedaban siempre cautivos, comiendo el pan de la tribula- cion y bebiendo lágrimas de amargura. Y no podrá gloriarse la cien- cia del siglo, ni esa virtud, trasvestida en caridad humana, ó bauti- zada con el nombre filosófico de amor del linaje humano, de haber in- ventado un remedio á tamañas desventuras. Lo hubo ; pero, ¡gloria y prez sea á la religion que lo sacó de sus cofres de oro, donde es— tán los tesoros de la caridad! ¡Gloria y loor á la gran Madre de los hombres, que no tuvo corazon para ver sin enjugar tantas lágrimas como surcaban las mejillas de sus hijos, ni le permitió su alma gene- rosa ver que los eristianos no tenían libertad, ni derechos, ni quiso que durase por más tiempo la esclavitud ominosa. Ella descendió del cielo, y se dejo ver de tres varones caritativos, dándoles instruccion para que empezasen al instante una obra , en la cual el alma había de ser la caridad. Los enemigos del nombre de Cristo tenían sed Je oro, y siu reparar en los medios, lo lograban vendiendo á los cristianos, como á beslias de carga: «pues bien, dijo la Virgen á estos Lres sier- vos de su Hijo, pedid limosnas á los fieles: marchad con sacos de oro álas regiones de los agarenos: dad dinero para rescatar 4 vuestros hermanos, mis hijos, y si os falta el dinero, tomad las cadenas del cautivo, y quedad en cautiverio por él (2).» Este hecho no puede considerarse aisladamente , sino con relacion á edades venideras, pues en su época no producía como sucede á las vbras grandes, sino efectos parciales, miéntras que la repeticion de esos mismos hechos continuada , tenía que influir poderosamente en la sociedad , para darla una perfeccion que no tenía ántes. El resulta- do de estas empresas tenía que ser eminentemente civilizador; y por muy abstraidos que estuviesen los hombres de las ideas religiosas , al fin habian de fijar sus miradas en estos hechos, enya arma y resorte (14) Isaí, cap. 11, v. 10 (2) Fué el año de 1218 cuando S. Pedro Nolasco , ayudado de los con- sejos del célebre San Raimundo de Peñafort, y favorecido con los teso ros del rey D. Jaime 1, echó los cimientos de la Orden de la Merced ó de la Caridad; cuyos alamnos debían consagrarse á ir á redimir cautivos, obligándose á vivir en obediencia, pobreza y castidad, y haciendo el cuarto voto de quedar en lugar del cautivo , si no tenían dinero para pagar su libertad.
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