BCCPAM000542-2-34000000000000
582 La invasion de losagarenos que había venido hacía cinco siglos como un turbion que todu lo arrolla, se había hecho dominadora y avasalladora. Frarcia é Italia vieron á sus huestes pasando por su suelo, como atraviesan los vendavales del desierto y las langostas de la Numi- día. España tuvo que ceuerles sus provincias más amenas, donde formaron su paraiso terrestre, compuesto de huries, de zambras, de florestas, de aromas de sensualidad , lo cual era escarnio de la razon, befa de la verdad, insulto del cristiano, que á pesar suyo vivía entre las inmundicias de la carne. ¡ Triste espectáculo para la civilizacion! Viéranse entónces los mares surcados por esquifes y balandras , los cuales ocultándose entre diminutos arrecifes, esperaban, como el tigre astuto entre cañaverales, el momento oportuno para saltar sobre su víctima, y si no tenían valor para atacar una poblacion nutrida, les sobraba el arrojo para sorprender al pobre proletario, al zagal inde- fenso, á la timida doncella, al niño y al anciano, y aherrojarlos á todos en el bajel, llevándolos en seguida á los mercados de los infieles. Y, hay que decirlo, allf, donde la ignorancia era el saber, los deleites la Mlosofía, y el alfanje la ley, la suerte de esos desgraciados era triste hasta partir el alma: morada subterránea, pan enmobecido, látigo continuo , cadena perpetua, y sobre todo, un vigilante tan pegadizo como cruel, encargado de dar una vuelta más á la rosca de los grillos 6 de las esposas, y de acortar cada dia más el negro pan, ú elagua desabrida, ó de dar un latigazo más, hasta que consiguiese que la víctima de su crueldad lo fuese tambien de su erronía, y renegase de su fe antigua. Tenemos que preguntar, quién puso remedio á esog males de pre- sente, derramando al propio tiempo en la sociedad la semilla de una civilizacion gloriosa y universal para el porvenir. Vense entónces hom- bres aguerridos, que cruzan los mares, tocan á las riberas orientales, pisan Sus arenas, dan batallas, las ganan, fijan sus pendones de eruzados en las almenas de los minaretes agarenos, y vuelven despues á sus hogares, llenos de glorias militares unos y cargados de riquezas otros, no fallando quien regresa contagíado con lepras de moabitas, ni quien cubra su coselete acerado y su diadema real con el ropaje vario y la toca caprichosa del loco aventurero (1). Mucho hicieron esos hombres, y es preciso confesar que las expediciones de los anti- guos, tan celebradas por los poetas, no fueron nada comparadas con la (1) Allí estuvieron San Luis rey de Francia con sus virtudes, Ricardo Corazon de Leon , Federico de Alemania, y otros mil: y es preciso con- fesar que la empresa más gloriosa, que ha dado lugar á una de las epo- peyas más célebres, se vió tan manchada por los vicios de los cruzados, que dieron éstos fin en menos de un siglo á algunos millones de hombres que murieron, y á todas las glorias que ganaron. (Breviar. Berti. seul. XUL)
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz