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9719" sos en el amor de su Hijo. Oígase á San Pedro Damiano con qué pro- fundidad de ideas explica esta verdad. «Os ruego aqui, hermanos mios, que penseis con detenimiento cuánto debemos á esta Beatísima Madre de Dios, y cuántas gracias debemos darle despues de Dios. Porque en verdad, aquel cuerpo precioso, que engendró la Virgen Bealísima, .que nutrió en su seno, fajó con pañales, y alimentó con solicitud maternal, y aquella sangre preciosa que ella le dió, lo tomamos aho- ra del altar, y lo comemos y bebemos, No bastan para alabarla por este beneficio todas las lenguas humanas : porque de las entrañas de su carne inmaculada nos dió el alimento de nuestras almas, es decir, al que dice de si mismo : yo soy el pan vivo que bajé del cielo (1)... Con ese pan amasado de la leche virginal se van criando las al- mas, como con bellisima expresion lo dice el mismo Santo Doctor. «¿No veis, dice, lo que brotan los pechos santísimos de María? Todo lo que mana , se vuelve carne del Salvador : eso mismo sin duda, y no otra cosa percibimos ahora del altar, y es su sangre lo que toma=— mos en sacrificio de nuestra redencion (2).» Eso mismo habia ense- ñado San Agustin, diciendo, que «el Hijo de Dios recibió la carne de la carne de la Virgen , que anduvo con esa carne entre los hombres, y nos dió esa misma carne para nuestra salud (3).» Y aún es más ex- plícito, si cabe, cuando dice , que «la carne de Cristo es carne de María : y que áun cuando haya sido glorificada en la resurreccion, siempre quedó aquella misma, que fué tomada de María (4).» «De nadie sino de María, dice tambien San Juan Damasceno, ha proce- (4) Div. Petr. Damian., serm, de Nativit. (2) 1d.,serm 45. (3) Divi August. in Psalm. 98. 4) Serm. de Assumpt. — No han discrepado de este sentir de los Pa- dres, los comentadores y los teólogos. Véase lo que dice el sabio Suarez : « Puede creerse fácilmente que aquella sustancia de la carne que Cris- to tomó de la Virgen , no fué dejada jamás, ni se resolvió por la accion continua del calor natural, sino que se conservó siempre la misma uni- da al Verbo divino : lo cual se hace muy probable y es fácil de conjetu- rarse , propendiendo á ello razones físicas, y siendo tambien probable que Jesucristo lo qnisiese así,» (Suarez, in 3.* part. , disput, 1. sect. 2.) El sabio Cornelio A Lapide, comentando las palabras del Eclesiástico, en que la Sabiduría divina nos dice que los que coman de ella siempre la apetecerán (cap. 24, v. 29), dice lo que sigue: «Esto es verdad en sentido 'iteral, aplicándolo á Cristo , á quien comemos en la Eucaristía, teniendo siempre hambre de él, pues lo deseamos comer otra vez: pero así tambien puede decirse á la letra de la Virgen María ; Esto es maravi- lloso, pero muy verídico. Cuantas veces comemos la carne de Cristo en la Eucaristía, otras tantas comemos tambien la carne de la bien- aventurada Vírgen, porque la carne de Cristo, es carne de la Vírgen bienaventurada. Y en verdad, la mismisima carne de Cristo ántes que se decidiese la Virgen á dársela á Cristo, fué propia de la Vírgen María, con cuya alma era informada y animada. Así, pues, del mismo modo
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