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313 quien se da á cada una de las almas en alimento y nutricion. Muy admirable es esto, y muy digno de nuestra atencion. Queriendo Jesucristo regenerar á los hombres instituyó el Sacra= mento del Bautismo : pero no era él quien lo administraba, sino sus discipulos (1). No sucede otro tanto al ofrecerles el alimento de sus almas ya regeneradas, pues para ello es él mismo quien da su carne. Véase cómo anuncia él tambien á los hombres este gran portento del alimento de sus almas. «Yo soy, les dice, el pan vivo, que he des- cendido del cielo. Quien comiere de este pan, vivirá eternamente : y el pan qué yo os daré, es mi carne para la vida del mundo (2).» Y en verdad, en verdad os digo, que si no comiéreis la carne de Hijo del hombre, y no bebiéreis su sangre, no tendreis vida en vosotros: quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le ro sucitaré en el último dia. Porque mi carne es verdaderamente co- mida: y mi sangre es verdaderamente bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él. Así como el Padre que me envió vive, y yo vivo por el Padre, asi quien me come, él tambien vivirá por mí. Quien come este pan, vive para siempre (5).» Nótase por estas palabras, que hay una gran diferencia, entre la economía con que Dios da la gracia de la santificacion, y la que es peculiar á los Sacramentos, instituidos para introducir al hombre en el estado de vida que intente abrazar, y este, por el cual Jesucristo se da en alimento de las almas: pero, lo que resalta 4 la vista, y es lo que precisamente constituye la diferencia de esa economía divina , €s, que todas las gracias dadas en los Sacramentos, necesitan verse ayu- dadas de ese alimento para poder subsistir en las almas. Ellas son el primer acto de la regeneración, en los Sacramentos que dan vida de gracia, Ó unas nuevas gracias de confirmacion de la primera; pero están amenazadas de inanicion y de muerte, si no reciben el alimento del pan del cielo, pues sólo él tiene la propiedad de dar vida eterna; ellas vienen al alma por medio de la imposición de manos de los Após- toles , por medio de abluciones, insuflaciones, inclinaciones de cabeza y otras sagradas ritualidades , y son cono dice San Agustin, alimen tos uterinos que predisponen al hombre para que aparezca hijo her— moso recien nacido en la Iglesia (4): pero este alimento bace más que eso, pues nos hace, Nu sólo amigos de Dios como la gracia de otros Sacramentos, sino como dice Santo Tomás de Aquino, nos hace dio- ses, dándonos para nuestra salud todo lo que tomó de nosotros (5). Es decir, que en este alimento se muestra Dios un padre, que da de comer á sus hijos con su propia mano; una madre, que no se con- (4) Joann.cap 4, y. 2. (4) De Symbol. ad Catechum., li- (2) Id. cap. 6, vv. 31, 32. bro 4, cap. 2, tom. 9. (3) ld. cap. 6, vv. 34 a 59. ($5) In opuscul. 57.
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