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572 de su Fundador divino, quien la ha conducido siempre por el camino de la verdad. Pero en esta solicitud ha tenido tambien una gran parte la Vírgen, como lo verémos. S.L. La Virgen nodriza de la Iglesia. La simple enunciacion de esta idea causa admiracion y sorpresa, porque envuelve la de dar á la Virgen un carácter de vida permanente en el seno de la Iglesia de Jesucristo. Y en efecto, con este carácter se deja ver la Virgen María, porque ella ejerce uan ministerio en el cual es sin duda infinitamente superior á los Angeles, de los cuales nos dice el Apóstol, que son todos unos espiritus que hacen el oficio de servidores, enviados por Dios para ejercer su ministerio en favor de aquéllos , que deben ser los herederos de la salud (1). La Virgen está haciendo siempre oficios de caridad, porque es Madre que ha engendrado en las entrañas de su piedad á todos los hijos de la Igle— sia, lo que no han hecho ni podido hacer los que son sus criados: y miéntras que éstos no tienen más oficio, que cumplir con las órdenes de su reina, ella hace mucho más que eso, dando á cada uno de sus hijus el alimento que los robustece, y les da siempre una vida celes- tial y divina. Este alimento es el pan de los escogidos, y el suave licor que engendra vírgenes (2). Sabido es que Jesucristo procedió en la generacion espiritual del hombre, guardando cierta analogía con lo que la naturaleza humana practica en la generacion y educacion de cada uno de sus hijos: por= que, «asi como lo primero que hay en la vida de un individuo es el ser engendrado, siguiéndose despues el dar crianza á la prole, ora por medio de la leche, ora con la suministracion de otros alimentos, así tambien en la regeneracion espiritual, lo primero que recibimos para tener vida espiritual es la gracia. Siempre es Dios quien nos da esta gracia y quien nos vivifica por medio de su caridad, difundida en nuestras almas por medio del Espíritu Santo (3): pero, para que obtu- viésemos este beneficio, dejó á la Iglesia los sacramentos, por los cuales somos regenerados y confirmados en la vida de la regeneracion, obteniendo además cuantas gracias son necesarias para pasar esta vida y hasta la necesaria para transmigrar á la otra. Sin embargo, es preciso convenir, que en el modo de darnos el alimento para criarnos y robustecernos, y darnos una vida lozana y llena de un vigor verda- deramente divino, Jesucristo procedió de otro modo, siendo él mismo (1) Hebr. cap. 1, v.14. (2) Zacar. cap. 9, v.13, (3) Rom. cap. 5, v. 5.

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