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367 mujer, fuese tambien vencido por otra mujer (1). Por fin, dice el mismo Santo : «Plugo á Dios reconciliar al hombre consigo del mismo modo y por el mismo órden que había tenido para caer: para que asi como el diablo engañó primero á la mujer, y despues venció al hombre por medio de ella, así él fuese primeramente engañado por la mujer Vírgen, y despues fuese destruido por el varon Cristo, combatiendo con él abiertamente: así, el artificio piadoso de la virtud dejaría bur= lado al diablo, y la fuerza de Cristo desharía el poder del enemigo maligno, dejándose Dios ver más fuerte y más prudente que Lucifer. De este modo convino que la Sabiduría encarnada venciese á la mili- cia espiritual (2). No puede explicarse más claro el modo como Maria combatió con Lucifer: ella fué el lazo en que éste cayó: ella lo deslumbró , lo atur= dió, lo enredó, y lo tuvo alucinado al rededor de sí misma, hasta que llegó el momento de atraer al enemigo al gran combate. Causa estu- por el pensar cómo sucedió eso: sucedió humillándose Dios hasta un punto inconcebible, y elevándose la Virgen tambien á una cumbre de honor inimaginable. «Estos dos extremos son, dice San Bernardo, dos grandes milagros, que llenan de pavor á los ángeles: porque, que Dios obedezca á una mujeres humildad sin ejemplo, y que una mujer mande á Dios es sublimidad sin igual.» Pues bien: mandando la Virgen á su Hijo, engañó al demonio, y obedeciéndola Dios, se confirmó aquél en la obcecacion de que la que mandaba era una mujer, y el que obedecía un hombre. Mas, cuando llegó la hora del combate, este hombre venció á Satanás , entregándoselo á su Madre, para que ella hollase su cerviz altiva con su pié virginal, rodease una cadena á su cuello , y lo arrojase al abismo. Concluirémos por tanto este asunto interesantisimo para nuestro consuelo, dirigiendo á la Virgen las palabras que San Juan Damasceno pone en boca de nuestros primeros padres. «Bienaventurada y bendita eres tú, que no quitaste las penas merecidas por el pecado. Tú diste á luz el vestido de nuestra inmortalidad, nos devolviste la bienaventu- ranza, borraste los dolores, rompiste las fajas de la muerte, y nos llevaste del destierro á la patria. Nosotros cerramos el paraiso y tú lo abriste, señalándonos el camino para llegar al árbol de la vida. Tú eres fuente de vida y escalera del cielo. Verdaderamente eres bendita en- tre todas las mujeres (3).» Bendijote el Señor con su virlud, podemos decir á la Virgen mejor que los judíos á Judith , porque por tí ha ani- quilado á nuestros enemigos. Bendila eres del Señor Dios excelso sobre todas las mujeres de la tierra: bendito el Señor, que crió el cielo y la tierra, y le dirigió para herir la cabeza del caudillo de (1) Homil. 2 sup. Missus est. 3) S. Joann. Damasc. orat. 2 de (2) Td. id. Dormit. Neipar. aa se cs y
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