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362 La gran batalla se ha dado, la victoria es de Jesus, y el campo tambien ha quedado por él; pero en el mismo momento de su triun- fo:se cumplía aquella bellísima profecía del Salmista , en la cual pro- elamaba que habría un gran rey, rey de poder, de fuerza y de virtud, el cual cogería ¿ran abundancia de despojos en la batalla, para dár- selos todos 4 la hermosura de su casa, á fin de que fuese elia quien los repartiese (1). Jesus es este gran rey que ha triunfado del enemi- go de las glorias de su padre y de la dicha de sus hermanos; pero la hermosura de la casa de Dios es María, y una vez ganada por el Hijo la victoria, los despojos son para su Madre. El primer despojo de esta batalla descomunal es Lucifer; Lucifer, que cae en manos de aquella mujer, que ha sido el objeto de su menosprecio y empezaba á serlo de sus iras. ¡ Horrendo instante para el dragon del abismo! Cuando no sabe qué decir ni qué pensar, viéndose caido en los lazos que él mismo ha tendido : cuando acaba de cerciorarse con su propia experiencia, de que con la muerte de Jesus ha perdido lo que poseía desde hacía cuarenta siglos: cuando espantado , sobresaltado , desalentado y des- pavorido por la desgracia que le ha sobrevenido, apénas encuentra en su entendimiento más recurso que el de huir de aquel paraje de su derrota, y volar con libertad como príncipe de las tinieblas, hé aquí que esa misma mujer, á quien tanto ha perseguido, sin poderla co- nocer , y á quien tanto ha despreciado teniéndola por una villana, le- vanta su pié, y lo pone sobre su cerviz altiva, quitando de ella la co- rona que tenía , rodea su cuello de pesada cadena, y lo arroja al Tár- taro, mandándole que no salga de sus lóbregos senos. No queda tan aterrado el caminante nocturno, junto al cual ha caido del cielo el fuego destructor, que lo deslumbra y le hiela la san— gre: la planta de la Vírgen ha sido para Lucifer, como una lanza de fuego que ha atravesado su cabeza clavándola contra la tierra. En vano la antigua y poderosa serpiente levanta sus lomos prolongados, en- roscándolos de mil maneras, para sacudir por medio de un esfuerzo supremo el peso que gravita sobre su cabeza: en vano se extiende vio- lentamente por los aires cuan larga es , coleteando y llenando el espa- cio del fragor de sus escamas conmovidas, las cuales , por muy viejas, están templadas como el acero: en yano despide silbidos más roncos que los rugidos de mil leones y leopardos que hacen retemblar á los montes : en vano se esfuerza Lucifer, pues su testuz y sus zarpas es- tán clavadas en la tierra por el esforzado pié de la Virgen. ¡Infeliz serpiente! Sabía que esa Virgen tenía que venir; y para ver si conse- guía que la tocase siquiera una gota del veneno que inoculaba á todo (1) Rex virtutum, dilecti, dilecti : et speciei domus dividere spolia. Es rey de virtudes, oh los muy amados; y será de la hermosura de la casa el repartir los despojos. (Psalm. 67, v. 13.)
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